Eduardo Liendo: Los libros deben defenderse solos

06/ 02/ 2013 | Categorías: Entrevistas, Lo más reciente

Por Héctor Torres y Lennis Rojas

En su novela «Los platos del Diablo» se presenta un interesante diálogo imaginario entre Oscar Wilde y Jean-Paul Sartre. De alguna manera Sartre representa a la literatura de «Compromiso Social» de los sesenta, mientras que Wilde simboliza la literatura del «Arte por el arte» de los setenta. ¿Dónde está el punto de equilibrio de la función social de la literatura?
Yo, en la medida en que me aproximo más a una interpretación de lo que puede ser la escritura literaria, he llegado al convencimiento de que el primer deber del escritor es hacerlo lo mejor que le sea posible. Todo lo demás está dado por extensión. Hay escritores que le gusta establecer un compromiso social y de hecho lo hacen, y otros que no; pero en definitiva lo importante es la obra. En una oportunidad le oí decir a Alejo Carpentier algo que me parece absolutamente cierto: «Es preferible una novela policial lograda a una epopeya fallida». Todo está en el resultado.

Usted tiene un sólo libro de cuentos publicado, mientras que ha editado cinco novelas ¿Por qué, a pesar de dominar la forma, trabaja tan poco el cuento?
Yo tengo la tentación de la novela, y sobre todo la tentación de la novela breve, aunque en alguna ocasión Augusto Monterroso dijo que el gran sueño de un escritor de textos breves es escribir una novela larga, pero creo que es el género que más me interesa. En cuanto al cuento te confieso que implica un esfuerzo enorme para lograr unas poquitas páginas; hay que ser medio masoquista para escribir cuentos, porque el trabajo se multiplica y las páginas no rinden.

¿Escribe entonces minicuentos para demostrar que puede escribir con rigurosa concisión?
Bueno, yo me precio de ser un escritor intenso en el sentido de que la síntesis se me da como algo normal, casi espontáneo; o sea, yo tengo que luchar contra mi propensión a ser demasiado sintético. Incluso hay lectores que me exigen que escriba de una manera más abundante. Pero a lo mejor tienes razón, porque en el momento que yo escribí los cuentos de «El Cocodrilo Rojo», era bastante más joven que ahora; creo que la mayoría se corresponden a la época en que yo visitaba al «Taller Calicanto», en la casa de Antonia Palacios. Uno de los ejercicios literarios que se acostumbran en los talleres son los textos breves y brevísimos, y de esos textos algunos los incorporé al libro.

Cuando se sienta a escribir ¿Cómo y cuándo sabe que el material que tiene entre manos va a ser un cuento o una novela?
Yo siempre me siento con la esperanza de escribir una novela, lo que ocurre es que a veces se desinfla o desaparece del todo, y sólo queda como una ensoñación, que en los últimos meses me ocurre bastante. Por eso ahora no me aventuro a decir que estoy escribiendo un determinado asunto hasta lograr un borrador, porque ya no confío en las primeras impresiones acerca de una historia. Pero tengo tiempo que no digo «voy a escribir un cuento». Va a llegar un momento en que lo haga, pero en este momento no, porque no estoy escribiendo para revistas, ni para suplementos literarios que es una vía. Y la otra vía (acumular un libro de cuentos) sería para mí algo maratónico; esperar a tener reunidos diez, doce cuentos, es una cosa de varios años. Creo que con más facilidad podría lograr en ese mismo lapso una novela breve.

¿A qué se debe que, a pesar de haber tenido un número importante de novelistas reconocidos en el pasado, ahora tengamos tan pocos?
Yo no creo que tengamos poco novelistas, lo que ocurre es que a este país le encantan los muertos; para incluir un nuevo creador a nuestro inventario de personalidades ilustres de la literatura, tenemos que tenerlo difunto; pero yo creo que tenemos buenos novelistas que están vivos y tienen una obra magnífica. Para citarte uno que vive en este estado: Orlando Chirinos es un excelente novelista, cuando se muera lo vamos a decir en letras mayúsculas.

¿Cuáles considera que son los más destacados de la Venezuela actual?
Bueno, hay muchos. Aunque yo me había prometido no hacer inventarios, porque es fastidioso. Yo respondo por mi propio trabajo narrativo. Pero no es autosuficiencia, ni mezquindad, lo que pasa es que no soy crítico de oficio. Yo creo que Venezuela tiene ahora una cantidad enorme de novelistas y cuentistas, la mayoría de ellos relativamente jóvenes. Y no hablemos de poetas, porque tenemos excelentes poetas. Venezuela siempre ha producido una enorme cantidad de poetas de alta calidad. Se puede apostar perfectamente a un buen momento de la literatura venezolana.

Una de las características del cine venezolano es la ausencia de buenos guiones; por eso nuestra literatura puede ser una fuente útil para el cine ¿Cómo juzga el resultado de la cinta de Thaelman Urgellez «Los platos del diablo»?
Mira, ahí si no me gustaría opinar mucho, porque yo tengo una relación de gratitud esencial con Thaelman Urgellez, porque eso de que alguien se aventure a tomar un texto tuyo para realizar una versión cinematográfica, ya de por sí representa una suerte de homenaje o de reconocimiento, que no debería mal pagar con una crítica adversa a su resultado. Entonces yo prefiero eximirme de ese criterio. A mí me parece que él hizo un interesante trabajo, y además tengo una gran estimación por los actores que participaron allí.

Pero, ¿le gustó la pelicula?
Es un juicio que le dejo a los espectadores, porque me he encontrado con opiniones sobre la película de gente que sabe de cine y que tiene un juicio crítico y la ponderan muchísimo, les resulta una buena película. Fuí invitado a verla en la Universidad de Colorado, en los Estados Unidos, con una gente que no es venezolana y no tiene prejuicios al respecto. Algunos veían sus limitaciones pero reconocían un trabajo interesante. Y como no eran amigos ni enemigos de Thaelman, era un juicio más o menos ponderado.

Tratando de ser objetivo ¿Qué tanto se ajusta al espíritu de la novela la actuación de Mimí Lazo y Gustavo Rodriguez?
Mira, uno tiene que acostumbrarse a considerar que un texto literario es un texto literario, y una película es una película; es una cosa diferente. En todo caso es una versión, una recreación. Y el caso que tú me preguntas, por ejemplo, el personaje de Mimí, practicamente no existe como tal en el libro, proque es una incorporación de algunos elementos que hace Edilio Peña (el guionista) y Thaelman.

¿No siente terror de que su obra sea lectura obligada en el sistema de educación oficial venezolano? ¿No puede eso generar a futuro un rechazo de los lectores a su obra?
No, todo lo contrario; yo me siento un escritor muy afortunado de que la obra mía sea leída por cantidad de jóvenes en el bachillerato y en la universidad; y no creo que eso implique rechazo de la obra. Las obras deben defenderse solas. Los libros deben defenderse solos. Si mi libro es recomendado para ser utilizado por alumnos de un liceo, y les resulta a ellos una cosa sumamente latosa, es un riesgo del libro y algo que no se cumplió felizmente. Pero yo estoy seguro que si el libro tiene algún encanto, alguna calidad literaria que resulte atractiva, ellos van a ser sumamente receptivos y su respuesta va a ser generosa. Y la prueba es que en esta visita que yo estoy haciendo a La Victoria, muchos alumnos me expresaron con palabras generosas el gusto que habían tenido en leer esos libros, entonces no puedo decir lo contrario.

¿Por qué el nombre definitivo de «El Cocodrilo Rojo» para una obra que se conoció inicialmente como «Lágrimas de Cocodrilo»?
Mira, porque lo recogí como libro y el título de «Lágrimas de cocodrilo» para todo un libro no me gusta. Me resulta, además de manido, porque lágrimas de cocodrilo es una frase hecha, me resultaba algo como de un humor… que no me gusta; no voy a calificar ese tipo de humor, pero no me gusta. Me gusta que el humor mío permanezca dentro de un ámbito que podemos llamar el humorismo; o sea, algo un poco más sutil que la comicidad abierta completamente, como lo sugiere un título como lágrimas de cocodrilo. Pero lágrimas de cocodrilo tampoco fue el título original de ese cuento, el título original fue «Esquizofrenia», y se editó por primera vez en la revista «Hojas de Calicanto». Pero entonces el título de esquizofrenia vendía demasiado la anécdota, esa división allí entre cocodrilo y Ramón que se advierte en el conjunto del texto. Por eso modifiqué dos veces el título. Pero es un derecho que tiene un autor. De hecho, Julio Garmendia, Rómulo Gallegos y Borges le cambiaron a sus obras varias veces el título, e hicieron numerosas modificaciones en los mismos, y también lo hizo Ramos Sucre, con los textos que publicaba en la prensa. O sea, que uno no tiene que arrepentirse ni avergonzarse de esas cosas.

¿Cuál personaje lo identifica más: Perucho Contreras, Ricardo Azolar o Prudencio González?
No, yo soy Eduardo Liendo (risas). Los personajes son una derivación de nuestras ensoñaciones, de nuestras frustraciones, de nuestras percepciones; pero no somos exactamente esos personajes. Yo no soy Ricardo Azolar porque no he plagiado a nadie, no he matado a nadie; no soy Perucho Contreras porque no soy un oficinista enajenado, y no soy Prudencio porque no soy la sombra de nada. Soy simplemente un escritor que se llama Eduardo Liendo.

Primero publicó «El Cocodrilo Rojo», luego vino «Si yo fuera Pedro Infante». Relatos como «La venganza de Pepe el Toro» y «13» se encuentran presentes en la segunda obra ¿Qué fue primero: Los cuentos o la idea de la novela?
Mira, el cuento 13 es primero, lo que pasa es que (como decía Oswaldo Trejo) yo quería rendir mi novela; entonces tenía que meterle algunas cosas que la hicieran más gorda; y además ya tenía la historia de un burdel perfecta en 13, entonces dije: «¿Qué voy a hacer? No le voy a cambiar el número tampoco, no lo voy a convertir en 17», entonces la metí así como estaba. Ahora lo otro si es más interesante, porque yo había desechado el borrador de «Si yo fuera Pedro Infante» y dije: ¿Qué se puede salvar de aquí? se puede salvar el episodio de la pelea de Pepe el Toro, que por cierto no es la misma de la película, sino una imaginaria, porque es un recuerdo que tiene el personaje que no terminó de ver esa película, y después que había publicado el cuento, por varias razones que serían largas de enumerar aquí, rescaté otra vez el borrador de la novela que ya había desechado. Entonces dije: «Bueno, lo que ya publiqué como cuento también va en la novela» lo que considero también lícito. Recuerdo una frase de Enrique Bernardo Nuñez que decía: «A veces me gustaría tener una segunda versión de la vida como los autores tienen la oportunidad de una segunda versión de sus obras». Eso es lo que hizo Walt Whitman con sus «Hojas de Hierba»; le dio para arriba y para abajo hasta que quedó un libro definitivo. Rómulo Gallegos escribió algo llamado «La Coronela» antes de escribir «Doña Bárbara» que fue una versión más primitiva. García Márquez escribió una cosa llamada: «La Casa Grande» antes de escribir «Cien Años de Soledad», entonces es bueno que él haya superado ese borrador de «La Casa Grande» y haya escrito «Cien Años de Soledad». Es decir, esa es una soberanía que tiene un escritor, porque yo creo que una obra es infinitamente perfectible. Hay argumentos en contra y yo los conozco. Uno de los que opina en contra de esta posición es el doctor Uslar Pietri; él dice que el escritor maduro no tiene por qué enmendarle la plana al escritor más joven. Esa fue una polémica pública que estableció él con Miguel Otero Silva cuando éste, muchos años más tarde, hizo modificaciones a «Fiebre», una novela juvenil.

Para concluir: Una poética urgente del cuento según Liendo.
Yo privilegio algunos elementos, no solamente en el cuento si no en otras formas literarias. La intensidad es importante para mí, y la tensión, con lo cual no estoy descubriendo el agua tibia, esa es una de las virtudes que consideraba Julio Cortázar que debía tener todo cuento. Otro gusto mío, pero ese es un gusto de lector, es la diafanidad, pero entiendo que eso no es generalizable; yo aprecio mucho la diafanidad y considero que todo lo que obstaculice el discurso desde el punto de vista de su capacidad comunicacional es un estorbo para la literatura, con lo cual tampoco descubro el agua tibia, porque de alguna manera lo dijo Borges, que en una época fue ultraísta, su literatura estaba llena de metáforas, y después llegó a la mayor sencillez.

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2 Comentarios a “Eduardo Liendo: Los libros deben defenderse solos”

  1. Excelente entrevista. Muy honestas las respuestas. Cordial saludo desde USA.

  2. Claudia Figueira dice:

    Represento a un colegio de Caracas, y en el marco de nuestra Feria del libro estamos homenajeando al escritor Eduardo Liendo, por lo cual deseamos contactarlo y aún no hemos podido, mucho les agradecería si me puede ayudar.

    Atentamente,
    Claudia Figueira

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