El corazón del 2012 en la novela venezolana, por Laura Febres

18/ 09/ 2013 | Categorías: Lo más reciente, Opinión

novelasSin duda alguna el corazón de Venezuela está en sus novelas. Había pasado mucho tiempo dedicada a su cabeza, estudiando los meandros de su pensamiento y de su historia. Pero bajar a su corazón, hecho carne a través de los personajes, era una tarea que había postergado por algún tiempo. Carla en Santa Mónica, Sara en la urbanización caraqueña de Los Palos Grandes, Armando Reverón en Macuto, el narrador margariteño de los Robles, la comisario Samarcanda en los barrios bajos caraqueños y muchos otros, me hicieron descender a una Venezuela, expresada en  diferentes ambientes que no enfrentamos con mucha facilidad. La pericia de los autores en la construcción de los personajes me permitió elaborar los parámetros por medio de los cuales seleccioné, junto con mis compañeros del jurado, las novelas ganadoras. Tampoco olvidé para ello el precepto de Cabrera Infante el cual dice que el personaje fundamental de toda obra literaria es su lenguaje.

Las pasiones que conducen la conducta de los personajes, pocas veces tratadas en las cátedras universitarias, emergen de estas obras sin esfuerzo alguno. La mayoría de estas novelas hablan de un personaje principal o secundario sumido en la locura, que no puede situarse en la sociedad que le corresponde, ni comprender a sus semejantes. Estos tampoco hacen esfuerzo alguno por comprenderlo como refleja bastante el caso de Armando Reverón. ¿Será la solidaridad venezolana una ilusión vana de una intelectual y profesora universitaria?

También el núcleo familiar se encuentra fracturado por el incesto, que ocurre muchas veces entre hermanos, padres e hijas o madres e hijos, no sólo en las clases bajas sino también en la clase media. El tema de Edipo sigue  estando muy presente en estas novelas venezolanas de 2012;  a más de veinticuatro siglos de una de sus más importantes apariciones, con Sófocles. Creemos que éste puede ser un dato importante para los estudiosos que quieran saber por dónde empiezan a tratar una sociedad inmersa en la violencia en la cual  el ladrón o el asesino no son necesariamente unos desconocidos para la víctima, sino que comparten con ella cada día de su existencia. No creo que este tema aparezca sólo porque es un motivo literario de larga data, sino que está ocurriendo realmente.

¡Cuánto sufrimiento leí! Sufrimiento en el Centro Comercial que visitamos todos los días como ocurre en Cuidad abandonada en el fondo de mi corazón, sufrimiento en la maestra o Mujer de Tiza que no supo transmitirle a su hijo cómo hacer de su vida algo productivo para sí mismo y para los demás, sufrimiento en El amigo imaginario que trata de una mujer enamorada de dos hombres al mismo tiempo, quienes literariamente terminan compartiendo la pasión en las montañas andinas. Sufrimiento que no se vuelve constructivo porque muchas veces se evade, no hablamos de él y mucho menos, se trata en la consulta psicológica.

De las tres novelas fundamentalmente históricas Misionero del nuevo Mundo y Catalina de Miranda que llegaron al concurso, dos de ellas nos sumergen en la violencia de nuestro proceso de conquista en el cual no se esperó ni se pensó, en cómo se evitaba agredir al otro. No pensamos mucho en ello, todavía.

La tercera novela histórica que contó mis simpatías desde un principio fue Massaua, un margariteño que vive la Segunda Guerra Mundial con creencias y afectos muy bien sedimentados, incólumes ante la adversidad, el cual nos hace preguntarnos cuánto hemos perdido los venezolanos del siglo XXI de Massaua, el lugar de aquellos que no consiguen lugar en ninguna parte. Esta novela y Liubliana presentan la cohesión grupal entre varones que conviven en un mismo espacio físico y psicológico que no se acaba con el sufrimiento; pero sin embargo, ella no basta en la segunda novela,  para salvar el personaje que queda destruido por una avasallante pasión.

De una Venezuela deprimida económicamente como la que nos muestra el caso psiquiátrico en Aquella mirada tan triste escrita en el occidente venezolano, pasamos a una Venezuela central,  boyante de dinero, pero no por ello más coherente y sana por la intervención de la Banca Internacional, como la que se muestra en Nosotros todos en la cual ocurren casos absurdos tratados con ironía e inteligencia.

Pienso que la novela puede protegernos de la ignorancia y superficialidad. Permitirnos construir ese cuerpo psíquico que con aplomo nos permita encarar la adversidad de la que no nos libran los petrodólares. Así como degustar los juegos de lenguaje que los maestros en el arte  construyen, para mostrarnos la realidad a través de metáforas que puedan enriquecerla o empobrecerla tanto que esto último, nos lleve a  sugerir  algo diferente para batallar en nuestro día a día. Después de leer a Liubliana por ejemplo, el baile erótico de los jóvenes, no lo veo igual que en el pasado.

Muchas gracias a los autores que leí, la verdad que no necesite pagar el pasaje a ninguna parte; con ustedes bastó para llenar el mes de agosto de estas emociones y pensamientos que rápidamente intenté compartir con ustedes en este pequeño artículo.

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