El cuento, género vital, de Andrés Mariño Palacio

07/ 01/ 2013 | Categorías: Herramientas

Con motivo del Concurso de Cuentos abierto por el diario El Nacional, se ha despertado de improviso una pasión inusitada por esta delicada y deliciosa rama de la ficción. Conste, que existe mucho de oportunismo intelectual -y puede que material también- en ello, ya que hasta hace algunos meses, apenas dos o tres cuentistas se mantenían en actividad, y escribían y publicaban cotidianamente.

Ahora contemplamos perplejos y asombrados, con las pupilas en blanco, cómo nos asaltan en las calles, en las aceras apretadas de público, camaradas de letras que nunca hasta este instante presente habían osado ensuciar unas cuartillas para tratar de escribir un relato, y que hoy se sienten más cuentistas, más amantes del cuento, que el propio Maupassant o en quien éste haya reencarnado.

Admirable es el fervor pasajero de ciertos escritores de concursos -dignos de ser clasificados y premiados de una vez por todas por tratar de lograr un cuento perfecto, deslumbrante, una joya literaria, en mes y medio de creación y sin tener en su haber un constante estudio y una tenaz disciplina cuentística.

De todos modos, nos halaga como cuentista, este súbito e inesperado movimiento en favor del cuento. Ya que el olvido momentáneo a que se le tenía relegado en nuestras letras -y que quizás le convenía como sana depuración- podía degenerar en un atroz exclusivismo del género que sería fatal para su evolución.

Se ha llegado a discutir en estos días de temas muy interesantes como: ¿qué es el cuento? y acerca del cuento y la nacionalidad. En la página literaria de El Nacional, realizó una encuesta el poeta Carlos Augusto León, y pese a que ninguno de los que contestaron pudo dar una definición más o menos aproximada y más o menos cierta, ya que hubo cierto extravío y cierto afán de originalidad, las distintas opiniones coincidieron en puntos básicos y elementales para la natural definición del cuento como género vital y eminentemente humano.

II
Uno de los mayores problemas para el jurado del citado concurso, será dilucidar el premio entre los cuentos que responden a tendencias literarias distintas como las del 28, 38 y 45. Y además, ciertos relatos donde se trata de volcar el sentido introspectivo de la ficción, por medio del uso y empleo de las sugerencias permitidas por el subconsciente y los crecientes adelantos del género como entidad universal.

Existen en Venezuela tres marcadas tendencias cuentísticas en la actualidad, y que podríamos clasificar más o menos aproximadamente en esta forma: 1º) El cuento árido, macizo, seco, con proyeciones sociales y casi matizadas de un naturalismo intelectual, representado por Pocaterra, y en fase ya más elevada por Meneses y Fabbiani Ruiz. 2º) El cuento ya como elemento de lirismo y metaforización, en su primera fase representado por un Carlos Eduardo Frías, Uslar Pietri y Salazar Domínguez, y finalmente por Rivas Mijares -que se acerca más a Pocaterra que a Uslar- y por Díaz Solís -más cerca de Uslar que de Pocaterra. 3º) La auténtica etapa de un cuento universalista, con sugerencias filosóficas y visiones psicológicas, que se hace valedero en Pedro Berroeta, González Paredes, Andrade Álvarez, Mariño Palacio, Márquez Salas y Héctor Mujica.

Esta clasificación, atiende solamente a identidad de ideales en la ficción y a similitud de estilos, puesto que existen cuentistas hondos y verticales -casi adelantados-, como Antonio Arráiz, Ramón Díaz Sánchez, Vicente Fuentes y Julio Garmendia, que no tienen clasificación posible dentro de las tres categorías citadas, y que por sí solos forman una personalísima e individual.

Confío, sin embargo, en el juicio certero y responsable de un jurado formado por tres mentalidades como las de García Maldonado -novelista-, Andrés Eloy Blanco -poeta- y Antonio Arráiz: novelista, poeta y cuentista.

III
El cuento -cuando se quiere ser realmente cuentista-, hay que entenderlo poeticamente, rendirle culto, inclinarse ante su forma apretada y densa, donde la vida parece terminar siempre y no termina nunca.

Esos cuentistas esporádicos, esas mariposas literarias, sólo traen con sus frívolas inclinaciones un agudo malestar para los que han hecho del arte de escribir cuentos una divina y vital profesión.

El cuento dentro de la ficción, es como el soneto en lo que respecta a la poeía: forma viva, hermosa, melódica, concreta, sintética y sencillamente humana y musical.

Como en forma tan acertada y bella ha dicho Juan Liscano, «la diferencia entre el cuentista y el poeta, consiste en que el poeta se enmarca a sí mismo, mientras que el cuentista enmarca a los hombres». De allí, que los cuentos de Supervielle, de Faulkner, Poe, Zweig, Andreiev, tengan más puntos de contacto con la poesía y la humanidad que con la ficción y la preceptiva misma.

Cada escritor, cada cuentista, tiene sus personales métodos y sistemas para construir sus obras.

Es imposible decir: «Así se escribe un cuento».

Cuentistas hay, que aprisionan un tema, lo maduran, le dan vuelta, lo convierten en núcleo vivo en el vivo cerebro, y sólo basta después expulsar paso a paso la esencia pura y magnífica del relato. Otros, escriben a primera instancia, rompen, modifican, cambian, varían, alteran, remiendan, y finalmente dan con el toque perfecto que pone punto final al momento de creación.

Es más o menos, una parodia a la vieja clasificación del creador en ovíparo y vivíparo.

IV
Para mi personal entender, la mejor, más exacta y acabada definición del cuento es la que formula el francés Claude Farrere en un brillante y terso estudio titulado Cómo hace un cuentista sus cuentos.

Ella dice así:

«Yo llamo cuento, un relato breve y de estilo vigoroso en el cual los hechos narrados desempeñan el principal papel y en el que los personajes puestos en acción no van más que bosquejados. Estos personajes tomarán su valor y su carácter de sus mismos hechos y de sus reacciones unos sobre otros».

Apuntadas, señaladas, ciertamente definidas, valorizadas, desmenuzadas, enfocadas, están aquí, las condiciones fundamentales, básicas e indispensables de un cuento:

1º Un relato breve.

2º De estilo vigoroso.

3º Los hechos narrados desempeñan el principal papel.

4º Los personajes puestos en acción no van más que bosquejados.

5º Los personajes tomarán su valor y su carácter de sus mismos hechos y de sus reacciones unos sobre otros.

Lo de breve indica, por otra parte, concisión y condición de vigor en el relato. Ya que extender una narración por el mero y simple prurito de llenar cuartillas, es un grave pecado. Ahora bien, si un cuento tiene treinta cuartillas, y a través de ellas no ha decaído la fuerza del relato, es tan cuento como uno de cuatro o cinco. El ejemplo más claro lo tenemos en Zweig. En cualquiera de sus cuentos.

V
Concluyo este breve estudio acerca del cuento apuntando que la selección de temas, la formación intelectual y cultural del escritor, las investigaciones y experiencias que éste haya realizado en el campo de la ficción, su vocación e inclinaciones literarias, son las únicas causas que pueden hacer o deshacer a un buen cuentista.

Termino afirmando -y de acuerdo con el Padre Barnola- que en el mundo existen muchos buenos novelistas, pero muy pocos excelentes cuentistas…

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