Pedro Emilio COLL


1872 - 1947

Cuentista, ensayista y períodista. Nació y murió en Caracas. Se inició en la literatura en 1892, dos años después funda, junto con Luis Manuel Urbaneja y Pedro César Dominic, la revista Cosmópolis. Más tarde en París mantuvo en Le Mercure de France una seccion dedicada a las letras hispanoamericanas. Ejerció diferentes cargos diplomáticos. Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua y de la de Historia.

BIBLIOGRAFÍA:
  • El Castillo de Elsinor.
    Tip Herrera Irigoyen, Caracas, 1901
  • Palabras.
    Imp. Bolívar, Caracas, 1896
  • Ensayo sobre Ramón Campos.
    Establecimiento tipográfico Alsina San José de Costa Rica, 1913
  • El Castillo de Elsinor. Palabras.
    Edit. América, Madrid, 1916
  • Literaturitis, crónicas de Antaño.
    Edit. Sur-América, Caracas, 1926
  • La escondida senda.
    Edit. Espasa-Calpe, Madrid, 1927
  • Lectura y glosa de escritores Venezolanos por...
    Imp. Carmona, Sevilla, 1929
  • Las divinas personas.
    Tip. Vargas, Caracas, 1925
  • El paso herrante.
    Min. de Educación, Caracas, 1948

«Y no perdurará su obra «por su belleza sinfónica» en si, sino porque su belleza sinfónica es producto de una superior, de una honda de harmonía espiritual: la linea, el matiz, el acorde , no existen para él como fenómenos independientes, sino como efecto ó como manifestaciones de una fuerza intima, residente en el yo; y de esta guisa, cuando el idealista irónico que escribió El Castillo de Elsinor y Homúnculus se encuentra en contacto con lo exterior, un individualismo casi pantangruélico se desprende de su obra, como olor de suculencias y tentaciones que surgiera de la retorta ó de la alquitara de un sabio químico»...

Nº 463 01/04/1911.


SUMARIO
  • Pedro César Dominici (1895, p. 573)
  • Autógrafo (1896, p. 30)
  • El colibrí (1896, p. 96)
  • Zetti (traducción de H. Fevre) (1896, p. 322)
  • Enrique Gómez Carrillo (1896, p. 398)
  • José Asunción Silva (1896, p. 500)
  • L.M. Urbaneja Achelpohl (1896, p. 582)
  • Crepúsculo caraqueño (1896, p. 748)
  • Prólogo de "confidencias de Psiquis" (1896, p. 934)
  • El sueño de una noche de verano (1898, p. 290)
  • Cirilo Crespo (1898, p. 326)
  • Escritores americanos (1898, p. 486)
  • El diente roto (1898, p. 573)
  • Notas de estética (1898, p. 639)
  • Cartas íntimas (1898, p. 683)
  • Para algunos de mi generación (1898, p. 706)
  • A propósito de Mimí (1899, p. 135)
  • Días y noches (1899, p. 251, 493)
  • No hay juventud, introducción a un capítulo de Unamuno (1899, p. 475)
  • La sotana del cura (1899, p. 662)
  • Doble amor (1900, p. 245)
  • La homilía de Rodó (1900, p. 489)
  • R. Benavides Ponce (1900, p. 599)
  • Alejandro Fernández García (1900, p. 660)
  • Nihill Novum (1901, p. 14)
  • Notas sobre la evolución agraria en Venezuela (1901, p. 100)
  • Ídolos rotos (1901, p. 321)
  • Recuerdo del maestro (1901, p. 450)
  • El autor de "cuento de cristal" (1901, p. 686)
  • Josefa Salcedo (1901, p. 711)
  • De estética (1902, p. 6)
  • El fin de una oligarquia (1902, p. 383)
  • Gente de Caracas (1902, p. 530)
  • Notas literarias (1902, p. 615, 704, 752; 1903, p. 586)
  • La melancolia de Simón Bolívar (1903, p. 10)
  • La cuestión de los líricos (1903, p. 130)
  • Las razones del bucare (1903, p. 493)
  • Prosa (1909, p. 20)
  • Homunculos (1909, p. 637)
  • Elogio del Doctor Muñoz Tebar (1901, p. 188)
Sobre Pedro Emilio Coll:

Pedro Emilio Coll (Andrés Mata), 1896, p. 241.
El Libro de Pedro Emilio Coll (B. Sanín Cano), 1897, p. 887.
El Castillo de Elsinor (Luis Castillo Amengual), 1902, p. 105.
Pedro Emilio Coll (Jesús Semprún), 1911, p. 190.

Para algunos de mi generación

ontigo hablo, joven de mi país, de mi edad, de mi raza moral. Te hablo fraternalmente porque conozco tu historía que es casi la mía. A los diez años cargado de libros pusiste los pies en la escuela. Ya tu madrina ó una vieja tía te había enseñado á deletrear y á rezar. Con igual seguridad recitabas, sin penetrar mucho ó nada del sentido de las palabras, el Padre Nuestro y los cuentos del libro primario: «Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos á nuestros deudores»...«A Juan se le cayó la gorra en el fango por no haber llevado barboquejo»... «Jorge cortó con su hacha el hermoso cerezo de su padre...»

    En la escuela el maestro te tiraba de las orejas para hacerte comprender las lecciones y hacértelas repetir de memoria; tus compañeros te iniciaban en pequeños vicios y ferocidades. Después, en el colegio, leíste á Paúl de Kock cambiastes trompis y estampillas, aprendiste á buscar en el Diccionario los terminos obsenos y estudiaste latín y griego; del latín recuerdas la primera declinación y del griego el alfabeto. Entre tanto suspirabas por las mujeres de teatro y estuviste tan tristemente enamorado que de noche llorabas sobre tu almohada con un nudo de lágrimas en la garganta, copiabas versos en las páginas de tu álgebra, y aún soñabas con un idílico matrimonio.

    Con el bozo naciente entraste en la Universidad y cumpliste con la tradición de ser un estudiante revoltoso y enemigo del gobierno. Silvaste á los transeúntes y á los diputados en la barra del Congreso. Tu primer artículo fue un artículo de oposición, en donde decías poco más ó menos «¡Paso á la juventud!» «¡Abajo los tiranos!»

    Antes de cumplir los diez y siete años ya eras bachiller y habías ido con tu teodolito al hombro y con pan y queso en el bolsillo, á levantar un plato en los alrededores de la ciudad, para tu grado de agrimensor. Pasaste seis ó siete años en las aulas, medio distraído pero puntual, para ser médico, abogado ó ingeniero. Con ahogada voz leíste tu tesis y entre abrazos recibiste el título de Doctor, y seguido de amigos, que mientras tú sudabas la gota gorda se entretenían diciendo dicharachos en los corredores, destapaste algunas botellas de cerveza y oíste algunos discursos congratulatorios.

    La mañana siguiente te encontró hecho un Doctor, y tú experimentabas, con melancolía, el fin de tus estudios y el comienzo de un malestar. Eras un hombre, los demás te lo aseguraban -aunque tú no te dabas cuenta exacta de ello, y entrabas en la Vida.

    ¡Entrabas en la Vida!... ¿Con qué bagaje? Con tu diploma cellado y firmado tu cerebro lleno de definiciones, tu memoria fatigada, raquítico de cuerpo, inhábil para la acción y con una religión vacilante ó sin religión. Como abogado novicio tenías escrúpulos de conciencia y los crímenes. Y demandas no sólo te daban asco sino que huían de tí; como médico te faltaban enfermos; como ingeniero... los albañiles bastaban para la construcción de una casa. ¿Qué hacer? Tu título te invalidaba para un oficio, y como un desesperado que espera algo te lanzaste en busca de un empleo público.

***

    El día siguiente de las revoluciones fue un día amargo para tí ¿oh mi hermano! Los hombres en quienes habías puesto tu fe traicionaron tus ilusiones. La idea, interpretada por los políticos, se rebajaba al nivel de una vulgar ambición. En la cofusión del bien y del mal has estado á punto de ser un sectario. Sin embargo, La buscas porque tu espíritu no se ha acostumbrado á la resignación y está ansioso de verdades.

    Pero mientras tales luchas se libran en tu alma, otros compañeros de más fortuna ó voluntad, te señalan como un desertor ó como un mercenario de la pitanza nacional. Y en secreto te avergüenzas de tu holganza y te ocultas ruborizado entre los que esperan su sueldo en la taquilla de la tesorería. Comprendes que tu juventud y tu inteligencia deben obrar en una dirección más libre y que tus manos lacias y pulidas deben encallecerce y empuñar la piqueta y el estandarte.

    Aún es tiempo ¡Oh hermano mío! De enaltecerlos ante nosotros mismos, sin esperar que la polilla y los años caigan sobre nuestra cabeza atormentada y antes que en la silla de la oficina pública se marque la forma de nuestras espaldas

***

    Si no te doy un método de energía es porque no lo tengo, pero quizás meditando juntos llegaremos á encontarlo.

    En mí opinión debemos reformar nuestra vida interior primero que tentar una influencia sobre los demás. Averiguar nustras aptitudes y encauzarlas. la valoración sincera de las creencias que debemos adoptar nos comunicará una fuerza viril. La verdad de hoy puede no ser la verdad de ayer; no temamos contradecirnos rectificando un error.

    Si somos unitarios ó federales, socialistas ó anarquistas, digámoslo ó probémoslo. La mentira pudre la conciencia.

    No vayamos asidos a la espada ó la levita de los hombres que no piensan como nosotros porque son de otra época.

    No nos sonrojemos de prepararnos para una profesión de las calificadas de humildes; un trabajo físico es el más digno y el más sano de los Sports, a pesar de lo que contradiga la ipocrecía elegante; el cerebro adquirirá su equilibrio y las ideas saldrán fuertes y lozanas cuando los brazos no permanezcan ociosos. La fuerza que empleamos en los ejercicios gimnásticos podemos emplearla en mover un máquina ó dirigir un arado. Un taller que fuera al mismo tiempo un círculo artístico, ó filosófico ó científico ¡Oh la bella y fácil utopía!.

Mil proyectos se agolpan en mi mente en estos balbuceos de energía y de regeneración pero que yo ¡Oh hermano mío! No me atrevo á enunciar bajo la mirada hostil y burlona del Hombre Práctico.

***

    ¿Será posible que muramos en la inercia, oh joven de mi país, de mi edad y de mi raza social.

Pedro Emilio COLL