El centro de la tormenta, por J. A. Masóliver Rodenas
12/ 01/ 2013 | Categorías: ReseñasOscuridad y transparencia que se da ya en la estructura de la novela. Nítidamente dividida en una serie de capítulos centrados en un personaje concreto, se va creando una compleja cadena de relaciones, de encuentros y desencuentros entre los protagonistas. Estamos en un mundo muy cerrado. Casi todo ocurre en «aquella casa», en un hato o hacienda del llano venezolano no especificado y dominado por la presencia de la quebrada, de «los días alucinados en la quebrada», donde parece reflejarse simbólicamente la intensa carga erótica que se vive en la casa. El propietario, el tío Ramón, representa «a las fuerzas oscuras del pueblo». Por eso se sentirá atraída por él Amelia, que vivió su infancia en la Caracas de los años cuarenta y pertenece a la elite intelectual conservadora enemiga del sufragio universal, la que condenó la caída del dictador Medina Angarita que llevó a la reformista Acción Democrática de Rómulo Betancourt al poder y ahora apoya a la junta que derrocó a Rómulo Gallegos.
Amelia, como tantos personajes de la novela, opta por huír de un país que le produce hastío y viaja a Europa. Tras una serie de experiencias, lectora de Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, decide regresar a Venezuela, pero no a Caracas sino «al centro de la tormenta», identificándose con la barbarie y oponiéndose a la civilización representada, en la novela de Gallegos, por Santos Luzardo. Por eso rechazará también al hermano de Ramón, Carlos, por el que al final se sentirá atraída. De esta unión nacerá Andrés. La hermana de Andrés, e hija legítima del matrimonio, se llamará, significativamente, Bárbara. Partiendo pues de la lucha entre civilización y barbarie, es decir, retomando la disyuntiva de Rómulo Gallegos, nos sumergimos en un mundo de una intensísima carga erótica marcada por la violencia, por el incesto, por las transgresiones sexuales y por las contradicciones en el terreno político y social y en la atracción o rechazo de Venezuela frente a Europa o de Caracas frente a la barbarie del llano, y por las de tipo moral. No hay elevación espiritual aquí, todo surge de las baudelairianas sentinas, pero sí hay una elevación simbólica, expresión de un mundo de fuerzas misteriosas e incontrolables, las de la tierra y las de la pasión.
Sobre el libro: Iniciaciones, de Israel Centeno (Periférica)
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