Francisco de Sales PÉREZ


1836 - 1926

Crónista, escritor costumbrista y dramaturgo. Nació y murió en Caracas.Miembro de la Academía de Lengua electo en 1893. Fue ministro de Fomento en 1867. Utilizó el seudónimo de "justo".

BIBLIOGRAFÍA
  • Lo que siempre cojerás.
    J.A.Sagretá, Puerto Cabello, 1869
  • Costumbres Venezolanas.
    Imp. Y Lib. de N. Ponce de León Nueva York, 1877. (Ilustraciones de Arturo Michelena)
  • Ratos Perdídos.
    Imp. de vapor de la Opinión Nacional, Caracas, 1880

«El cree y espera. Nos pinta la apoteosis del crimen; pero se apresura á decirnos que todo es ilusión del sueño; se burla de la vida; pero la ama; dice que la verdad esta proscrita como si fuera un crimen; pero la busca y la predica; cree falace los hombres, víctimas de sus mutuos daños; y aspira sinembargo á mejorarlos con lecciones dignas de Pericles; se ve que ha sondeado el humano corazón sin que sus abominaciones lo hayan horrorizado; se comprende que las úlceras sociales no harán huír de la sociedad como de una apestada incurable; y que busca un paleativo para tantos dolores, un correctivo para tantas vergüenzas, un torcedor para tantas infamias. Su obra literaria puede compendiarse en estas dos palabras: Castigat ridendo! Cuando se termina su lectura se siente uno consolado. Es la mejor alabanza que se puede tributar á un escritor en estos días de desolación que corren»...

Nº 78, 15/05/1895.


SUMARIO
  • Las reputaciones (1892, p. 7)
  • Los mordioscos (1892, p. 27)
  • Las necorologías (1892, p. 33)
  • Los quincalleros turcos (1892, p. 53)
  • La adoración perpetua (1892, p. 67)
  • Los cohetes (1892, p. 87)
  • El hambre (1892, p. 109)
  • La lotería (1892, p. 131)
  • Las noticias (1892, p. 148)
  • Los patiquines (1892, p. 202)
  • Los amores de San Antonio (1892, p. 234)
  • La crisis (1892, p. 254)
  • Los políticos (1892, p. 410)
  • El pavo danzante (fábula) (1893, p. 202)
  • El cobrador viajero (1893, p. 216)
  • Curazao (1893, p. 252)
  • El Doctor José Gregorio Hernández (1893, p. 294)
  • Nicanor Bolet Peraza (1893, p. 393)
  • Los retratos (1895, p. 196)
  • El robo (1895, p. 235)
  • El buhonero (1895, p. 400)
  • Semblanzas de mi tiempo (Hipólito) (1895, p. 534)
  • Autógrafo (1896, p. 8)
  • Monumento Tubular (1896, p. 133)
  • La gente decente (1896, p. 550)
  • Las tres Aristocracia (1896, p. 668)
  • Los perros y los gatos (fábula) (1896, p. 721)
  • El Avaro (1896, p. 752)
  • La libre pensadora (1896, p. 773)
  • La lora y los náufragos (1896, p. 816)
  • El carpintero y el palo (1896, p. 843)
  • El comité eleccionario (1896, p. 812)
  • Los zamuros vigilantes (1896, p. 937)
  • Los dos perros (1897, p. 81)
  • Venecia (1897, p. 134)
  • Ultratumba (1897, p. 176)
  • Los dos escolares (1897, p. 215)
  • De Ginedra a Turin (1897, p. 233)
  • El burro campanero (1897, p. 288)
  • La semilla del bien (1897, p. 316)
  • La guerra civil (1897, p. 354)
  • Dichos instables (1897, p. 412)
  • Los años (1897, p. 484)
  • Los dos caballos (1897, p. 521)
  • Angel caido (1897, p. 558)
  • Leyes humanas (1897, p. 583)
  • La garza y el tordo (1897, p. 642)
  • El tigre y el gato (1897, p. 679)
  • Culpa y expiación (1898, p. 145)
  • La «Casa de empeño» (1898, p. 214)
  • La guerra (1898, p. 269)
  • El gran galeolo (1898, p. 388)
  • Apólogo (1898, p. 452)
  • Amigos y enemigos (1898, p. 620)
  • Los orejones (1898, p. 657)
  • El bombo (1898, p. 687)
  • Contra gula, templaza (1898, p. 718)
  • Episodio de la última guerra (1898, p. 814)
  • La manteca, articulo de género, no de consumo (1899,p. 47)
  • El teniente perdigón (1899, p. 601)
  • El reloj de Don Ambrosio (1899, p. 624)
  • EL tiburon del pueblo (1902, p. 315)
  • Cuento criollo, la educación europea (1903, p. 18)
  • El carpintero (1903, p. 235)
  • El capitán (1903, p. 286)
Sobre Francisco de Sales Pérez:

Francisco de Sales Pérez (Sección Biógrafica), 1892, p. 13.
Francisco de Sales Pérez (Eugenio Méndez y Mendoza), 1895, p. 157.
francisco de Sales Pérez y su recepción en la Academia Venezolana (R. Cabrera Malo), 1896, p. 162.

La crisis

uiero tratar hoy sobre la crisis, ó más claro - sobre la miseria pública.

    Es tan serio el asunto, que no puede tratarse sino con seridad.

    La cuestión es esta

    -¿Por qué estamos pobres?
Cualquier gracejo me reponderá.
    -Porque no tenemos dinero.
    -Y por qué no lo tenemos?
    La causa salta á la vista.
    -Porque gastamos más de lo que ganamos, ó porque ganamos menos de lo que necesitamos.

    No hay más que falta de equilibrio en el presupuesto.
    Ajútese la salida á la entrada y el mal quedará remediado.
    Nuestra caja es como un estanque que tiene la llave abierta.
    La entrada es inferior á la salida.
    El agotamiento es infalible si no torcemos un poco la llave.
    Pero nosotros encontramos más cómodo esperar siempre un aguacero para llenarlo.
    Sobre todo, en verano, es cuando más contamos con las nubes.
    Y sucede muchas veces que llueve, y que, con recursos inesperados, mantienen algunas familias, por medios ficticios, una posición, si nó holgada, al menos durable.

    Pero también sucede que no llueve. . . Y entonces. . .?
    Ahora, por ejemplo se ha declarado una sequía espantosa!
    No hay una nube que prometa refrescar el tiempo, sin embargo de que el horizonte no está claro.

    Los estanques están casi vacíos. En algunos pocos se ve un sedimento verde, donde todavía pueden refrescarse los labios.

    En otros hay un aguaje sucio, lleno de sapos y sanguijuelas.
    -¿Sabéis lo que se puede sacar de ese fango?
    Medios violentos, arbitrios indecorosos, recursos de la desesperación que cierra todas las puertas para el mañana.

    Apenas unos pocos estanques llenos. . . y cuán grandes son!
    Tienen la llave cerrada no destilan una gota!
    -Qué líquido es ese, tibio y amargo, que los llena?
    -Ah! es llanto de muchas angustias y sudor de muchos afanes. . .
    Esos estanques son. . .
    No los envidiéis.
    Vale más llorar la sed, que saciarla con lágrimas ajenas.
    Volvamos á la cuestión.
    Estamos pobres; es una cruel verdad por más que el país esté mil veces más rico que antes.

    Hoy tenemos, como pretexto, la baja del café para explicarnos el abatimiento de todas las industrias.

    Ciertamente es una causa agravante, pero la verdadera causa es esta.
    -El alza de nuestra soberbia!
    Este mal viene de una época remota que yo no quiero fijar.
    Las pasiones, el patriotismo, los errores, las ambiciones legítimas, los deberes sagrados y los odios feroces, en espantosa confusión produjeron choques violentos, y, como consecuencia, cambios de fortuna - riquezas destruídas y riquezas improvisadas.

    Los que no sabían cuanto trabajo cuesta levantar una pirámide grano á grano, no tuvieron dolor de tirar á la calle el oro que la casualidad había puesto en sus manos.

    Entonces comenzó el lujo entre nosotros, y esta sociedad cambió de golpe sus costumbres secillas.

    Los hombres laboriosos sintieron humillada su modestia, y para ponerse al nivel de los favoritos del acaso, comenzaron á imitarlos en sus cuantioso gastos.

    ¡Cosas singular!
    Los advenedizos no tuvieron pudor de parecer ricos - y los ricos tuvieron vergüenza de no parecer advenedizos.

    El mundo moderno no toma en cuenta el origen de las riquezas.
    El corre su nivel sobre las cifras que representan las fortunas para fijar las categorías sociales.

    Así han venido confundiéndose en estrecho abrazo, y acatándose recíprocamente, los hijos mimados de las fortunas, y los hijos del trabajo.

    Entretanto los que han sido llamados á la distribución del cuantioso botín; ni han tenido éxito en sus labores; en una palabra, - los pobres, luchan por parecer ricos, y hacengastos superiores á sus fuerzas: empeñan el porvenir; enajenan su tranquilidad y comprometen su decoro.

    He ahí, pues, la explicación de nuestro malestar.
    -Todos queremos vivir en un misma esfera, y por cierto - en la más elevada.

    Los ricos que van cayendo en la miseria, agobiados por el peso de sus derroches, y los pobres que se van hundiendo día por día, batallando entre la soberbia y la impotencia, se lamentan y vociferan poseídos de una desesperación infernal.

    Qué es lo que piden esas voces salvajes que parecen graznidos de animales feroces?
    -Guerra! -Confusión! -Anarquía! -Insensatos!
    ¿Queréis remediar el mal, renovando las causas que lo han producido?
    Nuestras desgracias comenzaron con la guerra, que lo anuló el respeto á la propiedad.
    Se acabó el estímulo del trabajo; faltó la fe en sus resultados y se agotó la riqueza.

    Acordaos de aquellos días tenebrosos!
    La escena pasaba en nuestras llanuras, pobladas de rebaños.
    Una tropa de ginetes, armados en nombre de la libertad y del derecho, invadía la propiedad de un ciudadano laborioso; recorría sus sabanas y, á despecho de toda súplica, le despojaba de la mitad de sus bienes.

    Detrás de estos venían los defensores de la propiedad y de las leyes, y se llevan la otra mitad.

    Otro tanto sucedía á la riqueza agrícola y á la riqueza mercantil.
    El derecho de un lado y la ley del otro, como dos puñales, dieron muerte á la propiedad.

    Y habrá quien quiera renovar esos tiempos aciagos?
    No habrán pasado para siempre esos días de sangre lágrimas y miserias?
    Yo quiero crer que sí, aunque sea mentira.
    Prefiero vivir engañado.
    Limítese cada cual á la esfera de sus facultades.
    No haya emulación para derrochar sino para producir.
    Piénsese que las privaciones de hoy, aseguran el bienestar de mañana; y que un bienestar anticipado y ficticio, nos condena infaliblemente á la miseria.

Francisco de Sales PÉREZ