Esquirlas: Argentina, 1976-2006, por Gustavo Valle

04/ 04/ 2013 | Categorías: Lo más reciente, Opinión

1.
A dos semanas del golpe de estado, el 5 de mayo de 1976, fue secuestrado el escritor Haroldo Conti por una brigada del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército Argentino. La acción ocurrió en su casa ubicada entre las calles Fitz Roy y Loyola del barrio de Villa Crespo en Buenos Aires. Los militares entraron al domicilio momentos antes de que Conti y su esposa, Marta Scavac, volvieran del cine. Cuando la pareja abrió la puerta de casa encontró diez hombres vestidos de civil y el hogar patas arriba. Luego de varias horas de amenazas y golpes, los militares se llevaron al escritor y también gran cantidad de muebles y objetos. Entre las pocas cosas que dejaron estaba la máquina de escribir con la hoja de un cuento que estaba escribiendo el autor de Sudeste. La última vez que vieron a Conti (el testimonio es de un compañero de celda) estaba en lamentable estado físico producto de la «máquina» que los militares le aplicaron. Eso ocurrió en la «Escuela de Perros», cerca del camino que lleva al aeropuerto de Ezeiza.

2.
Olimpo, Vesubio, La Perla, La Cacha, Automotores Orletti, Club Atlético, Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), El Banco, Escuela de Perros, Pozo de Quilmes o Chupadero Malvinas, Mansión Seré, Pozo de Banfield, Campo de Mayo, Entre Tapiales y Morón, Garaje Azopardo, El Campito o Los Tordos, Monte Pelone, El Casco…
Los «chupaderos» o Centros Clandestinos de Detención llegaron a sumar 365, según el último informe de la Comisión Nacional de Desparecidos (CONADEP), mejor conocido como Nunca más.

3.
El 24 de marzo de 1977 el escritor y periodista Rodolfo Walsh se dirigía al encuentro con un colaborador de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina, fundada por el propio Walsh). El encuentro se llevaría a cabo en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos. Walsh llevaba consigo la famosa «Carta abierta de un escritor a la Junta Militar» donde hacía un recuento pormenorizado de la acción de gobierno: «Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados…» La carta tenía como destinatario las agencias de noticias y las salas de redacción de los principales medios de prensa. Walsh alcanzó a introducirla en un buzón de correos y avanzó hacia el lugar del encuentro. Sabía que su vida corría peligro pero ignoraba que el colaborador de ANCLA había caído en manos de los militares. Cuando Walsh llegó a San Juan y Entre Ríos, en vez del colaborador lo esperaba un pelotón de la ESMA. Resistió en vano al secuestro y disparó su revólver hasta agotar las municiones. A cambio recibió numerosos impactos de bala en su cuerpo. Dicen que llegó sin vida a las instalaciones de la ESMA. Esa misma noche, tres camiones del ejército allanaron su casa de San Vicente, llevándose su diario personal, sus memorias y sus últimos cuentos. Los militares nunca entregaron su cuerpo. Tampoco el material literario inédito. La carta, sin embargo, llegó a los destinatarios pero nadie se atrevió a publicarla en ese momento. Hoy en día es un documento legendario.

4.
Un cable de ANCLA fechado el 7 de septiembre de 1977 reproduce un chiste que circulaba por esos días:
Los tres comandantes —Videla, Massera y Agosti— citan a Martínez de Hoz —el entonces Ministro de Economía— y le comunican que han decidido despedir a seis millones de obreros. El ministro pega un salto y dice que le parece una barbaridad pero los comandantes le advierten que la decisión tomada es irreversible. Martínez de Hoz pregunta entonces quiénes reemplazarán a los despedidos en las fábricas y talleres. Seis millones de chinos, le contestan los militares. ¿Cómo seis millones de chinos?, interroga el Ministro. Sí, seis millones de chinos. Ya dimos la orden a la cancillería. ¿Pero por qué?, pregunta Martínez de Hoz, agarrándose la cabeza. Y los comandantes le responden: porque son los únicos seres humanos en todo el mundo capaces de comer con dos palitos.
Por aquel entonces se le decía «palo» al billete de 10.000 pesos, y el sueldo mínimo de un obrero apenas superaba los 20.000 pesos, es decir, los «dos palitos».

5.
El oficial nazi, Eduard Rorschmann, mejor conocido como «el carnicero de Riga» fue responsable directo de la muerte de ochenta mil personas durante su período al frente del campo de concentración de esa ciudad a orillas del mar Báltico. Gracias a su siniestro expediente mereció un reconocimiento: ser uno de los principales protagonistas de Odessa File, la archiconocida novela de Frederick Forsyth acerca de la fuga de los oficiales nazis. Como muchos otros genocidas del Tercer Reich, Rorschmann buscó y encontró refugio en Argentina. Ingresó al país en 1948, durante la presidencia de Perón y allí vivió durante casi treinta años bajo el nombre de Fritz Wegner, alias Federico Wegener. En 1977 los organismos de seguridad de la República Federal Alemana demandaron su inmediata extradición para responder por los crímenes de Guerra cometidos. La Policía Federal argentina capturó al genocida y lo retuvo en una celda a la espera de la extradición. Durante una conferencia de prensa ofrecida por el subjefe de la Policía Federal de aquel entonces, el comisario Antonio Mingorance, se informó a los periodistas que el criminal de guerra había sido capturado por uniformados a su cargo en respuesta a un pedido de extradición. Cuando los periodistas volvieron a sus respectivas redacciones se consiguieron con una confusa exigencia: la misma Policía Federal les pedía que olvidaran todo lo dicho en la reciente rueda de prensa. Es más, el comisario Mingorance no tenía nada que ver con Rorschmann, ni con nazis, ni con extradiciones. A pesar de haberse aceptado el pedido de extradición de la RFA, el Gobierno de la Junta Militar decidió 24 horas después trasladar el reclamo a la Justicia Argentina, lo que representaba dejar en libertad al genocida alemán. Esto ocurrió la primera semana del mes de agosto de 1977, en pleno Proceso de Reorganización Nacional. Gracias a esto, Eduard Rorschamann logró fugarse. Se fue al Paraguay, donde fue recibido por el general Alfredo Stroessner. Allí vivió en libertad hasta morir de viejo.

6.
Aún se ven por las calles de Buenos Aires. Parecen fantasmas de un pasado que vuelve. Remozados, con piezas originales, auténticos autos de colección cuyos propietarios pasean orgullosos de tener un impecable modelo del 70. También los hay destartalados, despintados y oxidados, arrastrando un ruido latoso mientras recorren calles empedradas. Son los Ford Falcon, el auto preferido de los represores del Proceso. Los hay de todos los colores: azules, dorados, incluso rojos. Pero por aquella época el Falcon verde musgo era sinónimo de terror. Adentro viajaban individuos vestidos de civiles. No eran soldados conscriptos sino oficiales y suboficiales y cabos segundos. Iban armados con revólver, granadas de mano, fusiles 30—30 con mira telescópica, fusil ametrallador liviano con infrarrojo, escopetas Ithaka y pistolas ametralladoras. Tenían como misión secuestrar a los militantes de Montoneros y del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Los datos los suministra el periodista Horacio Verbitsky, que a su vez recibió la información suministrada por ANCLA, que a su vez la recibió del conscripto Sergio Tarnopolsky, un joven de diecinueve años. Tarnopolsky era el asistente del teniente de navío Jorge Acosta, Jefe de Contrainteligencia, Comunicaciones y Seguridad de la ESMA. Semejante trabajo le permitió a Tarnopolsky ser testigo de numerosos crímenes. Como es de suponer, el conscripto Tarnopolsky pagó caro la colaboración con los periodistas. Él y toda su familia, salvo un hermano que consiguió salir del país, desaparecieron.

7.
«Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El Eternauta, inicialmente fue mi versión del Robinson. La soledad del Hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte».
Héctor G. Oesterheld

8.
Oesterheld, el más famoso guionista de caricaturas de la Argentina, concibió la historieta titulada El Eternauta. Su argumento es el siguiente. Juan Salvo logra sobrevivir de un ataque extraterrestre en Buenos Aires. El ataque se consiste en una lluvia de copos blancos parecidos a la nieve que matan al tener contacto con ellos. La nevada aniquila a casi la totalidad de los porteños. Juan, su esposa y sus dos hijas, huyen y buscan refugio en una zona de seguridad de la ciudad. Pero la zona de seguridad no es tal: se trata de una trampa para liquidarlos. Afortunadamente los cuatro logran escapar y salvan sus vidas al introducirse en una máquina que los catapulta a otra dimensión espacio—temporal. Sin embargo la máquina sufre desperfectos y la esposa y las hijas de Salvo desaparecen. A partir de entonces el protagonista busca a su familia a través del tiempo y del espacio.
El último trabajo de Oesterheld fue La guerra de los Antartes. Todo ocurre en el año 2001. Una invasión extraterrestre se apodera de la Antártida y avanza hacia el resto del planeta. La batalla por el control de todo el orbe desencadena una gigantesca guerra mundial. Para lograr la paz las grandes potencias del mundo pactan con los Antartes y entregan Suramérica a los invasores. Los Antartes atacan Buenos Aires con platillos voladores y liquidan al presidente de la nación.
La guerra de los Antartes se interrumpió abruptamente. En septiembre de 1977 secuestraron a Héctor G. Oesterheld después de que dos de sus hijas murieran a manos de los militares. Hoy en día el genial guionista de historietas engrosa la lista de desaparecidos.

9.
A 30 años del golpe del 24 de marzo de 1976, nadie puede ignorar los crímenes del Proceso. Eso es una evidencia que costó trabajo instalar. Pero conquistado esto, la discusión es otra: ¿cómo se llegó a eso?, ¿por qué fueron cometidos esos crímenes?, ¿por qué fueron tolerados o incluso celebrados?, y ¿por qué ha costado tanto lidiar con ese legado? Estas preguntas las hace Marcos Novarro en su Historia de la Argentina contemporánea. Y yo agregaría: ¿cómo una sociedad sale de una cultura militarista, autoritaria y violenta?, ¿qué efectos tiene esto en las relaciones, en el amor, en la amistad, en el día a día? El escritor Martín Kohan, que para el momento del golpe tenía nueve años, aventura una respuesta: «viví las circunstancias de la represión y del miedo del modo que más ajustadamente corresponde a la eficacia de la ideología: las viví como normalidad. Eso me convirtió en un experto en la docilidad».
La celebración por el triunfo en el Mundial de Fútbol del 78 —un evento organizado y auspiciado por la Junta Militar—, o el apoyo generalizado de toda una nación al disparate bélico que fue la guerra de Las Malvinas, habla de un efecto perverso en la sociedad. De la facilidad con que se puede manipular un pueblo entero. Hoy en día esto sirve como advertencia. La historia no es sólo un ejercicio de memoria. Es una herramienta para ejercer la sospecha, practicar la cautela y decir Nunca más.
En Argentina, y en cualquier parte.

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