Heráclito puertero, de Mariano Nava

24/ 02/ 2013 | Categorías: Cuentos

Como una y la misma cosa existe lo vivo y lo muerto,
lo despierto y lo dormido,
lo joven y lo viejo,
pues esto, al cambiar, se vuelve aquello,
y aquello, de nuevo, se vuelve esto.
Heráclito, fr. 41 (88).

1. A Noel Federico Olivero Olivares, mi bisabuelo, no le tembló ni una pestaña, dobló el telegrama y lo metió debajo del platico de arvejas que se estaba comiendo, y siguió almorzando muy tranquilo. Se rió para sus adentros —eso no me lo dijeron, pero yo lo sé— y pensó: «tampoco es posible meterse dos veces en el mismo lago».

—¿Qué fue, Noel, que pasó?, le preguntó Mamita.

Pero él como si nada, porque además sabía cómo era Mamita, que se la vivía peleándolo y que si a vos lo que te gusta es el trinke, Noél, a vos ya no te hace ni el polvito de hipecacuana, y un día te me voy a ir pa’l carajo con los muchachos (y lo hizo porque un día de San Antonio fue a dar al consejo de Ziruma desde Los Puertos, solita y a pie, como San Ignacio). Por eso es que Papá Noel no le quería decir nada, porque ella era muy afanosa y todo se había perdido: el fique para las cotizas, el queso y las hojas de bijao, y hasta dos macacos que le habían cazado en Encontrados para los muchachos. Pero Mamita se dejó de vainas y agarró el papel y lo leyó.

— ¿Y te vais a quedar tan tranquilo, Noel? ¡Cónchale, vos si que teneís riñones! ¡La piragüita se nos hunde y vos tan tranquilo! ¿Y ahora que vais a meter en la pulpería?

Y Papá Noel, que no por nada le decían en Los Puertos «El Filósofo», le dijo sin inmutarse:

— ¡Ajá y qué quereis, Eleuteria! Yo no me voy a meter en el agua para buscar los corotos. Lo que se perdió se perdió…



2. A Papá Noel se le quemó una vez la pulpería y los vecinos fueron corriendo a echarle agua primero y a avisarle después. Allá por casa se llegaron algunos casi sin resuello: Noel, que se te quema el negocio, corré, mijito, corré. Entonces llegó tambien el Prefecto en «la rojita» (que era la única ambulancia a la vez que el único carro de Los Puertos) y comenzó a repartir planazos a los curiosos que no ayudaran a apagar el incendio. Papá Noel, que absorto miraba retozar las llamas sobre el bahareque, fue de los primeros en sentir el mamonazo en las costillas.

— No le pegue a ese hombre, señor. Mire que él es el dueño del negocio.

— Pero bueno, ¿usted es el dueño de la tienda y se queda así mirando tan tranquilo?

Y Papá Noel, que sabía muy bien que cuanto existe es fuego y que la verdadera naturaleza de las cosas es la que se esconde, le respondió encogiéndose los hombros, con sus ojitos azules rojitos por el humo y una sonrisa imposible de adivinar:

— Ajá, y que voy a hacer. Y todo está quemado.



3. Papá Noel sabía también que el camino de bajada es el mismo que el de subida. Tenía un interesante silogismo. Decía: si las cosas tienen solución, ¿para qué preocuparse?, y si las cosas no tienen solución, ¿para qué preocuparse? Por eso fue que se murió a los noventa y cinco años, y eso porque quiso, porque un día se acostó en la hamaca y dijo: Bueno… yo ya no me paro más de aquí.

 

Del libro Vidas, hechos y palabras de ilustres filósofos difuntos (Coordinación de Literatura del estado Aragua, 1996)

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Un Comentario a “Heráclito puertero, de Mariano Nava”

  1. Milton Quero Arévalo dice:

    Felicidades Mariano.-
    !Leído y disfrutado¡
    !Lo bueno si breve dos veces bueno¡. Esta es de Gracian, pero bien podría ser de Papá Noel.
    Saludos

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