La escritura diaria y las nuevas generaciones

05/ 05/ 2013 | Categorías: Especiales, Herramientas, Lo más reciente

Autores como Oscar Marcano, Federico Vegas o Marcos Tarre han señalado en diversas ocasiones que hay que hacer de la escritura diaria una rutina irrenunciable y alaban las bondades de esa práctica. Ficción Breve preguntó a algunos autores jóvenes (y no tanto) para saber si acatan este consejo. ¿Están escribiendo a diario los autores de las nuevas generaciones? Acá algunas respuestas:

 

Roberto Martínez Bachrich

«Escribir a diario sería lo ideal. Supongo que es el sueño de cualquiera que se dedique a la palabra, pero la vida moderna no pone las cosas fáciles. Los trabajos de horarios feroces y, como ñapa, la lentitud del tránsito en la ciudad (ir de un lugar a otro puede tardar fácilmente un par de horas, cada mañana al partir, cada tarde al regresar), además de los deberes de la supervivencia y las continuas reparaciones generales que exige el vivir dificultan la escritura como hábito y la desplazan a los terrenos del vicio: se hace apenas se puede», añadiendo que «también cada texto impone su ritmo, algunos (los más redondos, los de paso más cierto) exigen dedicación exclusiva y una frecuencia que raya en la obsesión o la desmesura: pérdida del límite y la decencia, anulación de las tareas primordiales de la vida cotidiana, alejamiento momentáneo de los seres queridos, abandono violento de las obligaciones y un acercamiento –cuando no la entrega total– a algo muy parecido a la monstruosidad. Otros (los que terminan siendo blandos y mediocres) son más dóciles y maleables, no acorralan, se dejan llevar por uno hacia el fracaso intermitente de perpetuas reescrituras».

Jorge Gómez Jiménez

«Escribo Letralia a diario. ¿Eso cuenta? Porque si no cuenta, no, no escribo a diario; no en este momento. Al menos una vez a la semana, generalmente el fin de semana, reviso cuentos o poemas». la razón por la cual no escribe a diario estriba en que «maduro mucho mis historias hasta que las tengo totalmente planeadas. Es ahí cuando me siento a escribir y puedo pasar una o dos semanas escribiendo cada día». Durante esos períodos de actividad, «suelo dedicarle muchas horas (nocturnas, pues de día me interrumpen demasiado). Puedo sentarme a las 10 de la noche y darle vueltas a una historia hasta las 2, 3 de la mañana. Es muy frecuente que historias cortas, de menos de diez páginas, las escriba de un tirón una sola noche y le dedique una semana o dos a afinar, alargar o acortar lo que crea necesario».

Enza García

«Si, escribo a diario. Al menos una hora. Es relajante y divertido, aunque algunas veces suponga un poco de cansancio y temor a no conseguir lo que se busca».

Fedosy Santaella

«Sí, escribo a diario, cada vez que puedo, y desde hace mucho tiempo. Escribo ideas nuevas, siempre y cuando las tenga, y pulo y corrijo mucho, cosa que es importantísima para un escritor, quizá su trabajo principal». Las razones por las cuales sí observa esa regla las define advirtiendo que «se aprende escribir escribiendo, con las nalgas bien puestas sobre la silla. No hay otra manera. Para mí, escribir a diario se ha convertido en una disciplina placentera. No creo en el sufrimiento del escritor. Escribir es un acto artístico e intelectual, y ambas cosas son placenteras. Ojalá y pudiera dedicarme completamente a la escritura, y no tener que salir a trabajar en otros asuntos que distraen mi interés, pero que me permiten hacer el mercado y no ser considerado un vago por mi señora, los familiares de ella y los míos».

Pedro Enrique Rodríguez

«Diría (quisiera decir) que casi a diario. Pero se trata, en realidad, de una frecuencia que describe una línea fluctuante con afortunadas crestas y, luego, anchos valles donde no ocurre absolutamente nada: sólo la espera del próximo movimiento. El sí y el no lo imponen, tiránicamente, las exigencias de los días. Si escribo, es porque pude hacerlo. Si no escribo es porque, pese a intentarlo, no fue posible. Eso sí: pienso en escribir contínuamente. En la cola de la autopista, antes de dormir, en casi todas partes», y aunque no siempre escribe a diario, cuando lo hace «a veces puede variar entre una hasta cuatro horas. Lo único seguro es que, al sentarme a escribir, a corregir, a releer, casi nunca tomo menos de 30 minutos».

Rodrigo Blanco Calderón

«No. Lamentablemente debo decir que ni siquiera así (corrigiendo textos) escribo a diario», esgrimiendo varias razones: «La principal, me parece, es que no todos los días tengo algo que decir o escribir. No puedo, ni bajo la forma de un cuaderno de notas, escribir por escribir, dejar correr la tinta y ver qué pasa. Logro cierta regularidad cuando estoy metido en medio de la escritura de un cuento. En ese caso sì puedo pasar varios días o semanas escribiendo, puliendo y corrigiendo». Para concluir, comenta que cuando escribe a diario «generalmente le dedico unas tres o cuatro horas, si todo fluye y no hay mayores interrupciones».

Carolina Lozada

«Trato de escribir a diario, aún cuando sea para corregir textos. Cuando no hay ideas ni ganas de tomar el lápiz o sentarme al frente de la computadora, leo un libro. La escritura es como el gimnasio, hay que practicarla diariamente para conseguir resultados si no buenos, al menos alentadores». En cuanto al tiempo que emplea en cada sesión de trabajo, afirma que «no sabría decir cuánto tiempo le dedico a la escritura, pero podría decir que es un vicio y que los vicios son diarios, constantes, exigentes y, a veces, agobiantes».

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