Una buena máquina: poesía inédita de Miyó Vestrini [Reseña + Entrevista], por Zakarías Zafra

08/ 06/ 2015 | Categorías: Entrevistas, Lo más reciente, Microperforaciones, Reseñas

es una buena máquinaYa otros han visto los libros como artefactos. Incluso como máquinas, con sus procesos, sus protocolos de funcionamiento, sus piezas que se engranan en un orden y una forma de establecer la totalidad. El libro, cuando sobrepasa su dimensión objetual –no negándola, sino situándola en el estallido estético–, se convierte en discurso fecundo y abrasador. Y es así como interrumpe y recompone el curso normal de las cosas. Es así como se transforma y pervive en los múltiples arrastres de la relectura.

Una buena máquina es un testimonio y una narración bio-gráfica legitimada por la fuerza poética. Los textos dialogan constantemente con su superficie y se integran en un aparato que destella, que tiene un tiempo propio –aunque inagotable–, ejerciendo representaciones dentro y fuera de su espacio. Cada página parece seguir una ruta programada que viene a terminar más allá de sus límites, para así convertir el libro en acontecimiento, en baúl, en cuaderno inexplorado.

Los textos de Miyó Vestrini, todos inéditos y reunidos bajo el criterio de Faride Mereb, tienen la uniformidad necesaria para funcionar como epílogo. Y digo epílogo en lugar de póstumo, para sortear el problema de la inercia. Porque aquí el enigma y la amargura que circundan, el malestar corporal y ontológico, el desaliento, la desesperanza y la incertidumbre alarmada por la vacuidad, vienen soportadas por una profunda confianza en la palabra como ceremonia de recomposición vital.

Este es un libro desde y para la memoria. Uno que guarda y reproduce el ademán de la fantasmagoría, que se hace claroscuro, silencio y eco a la vez. Muerte y vitalidad momentánea, como la belleza, ráfaga de encandilamiento firme erigida sobre la fugacidad. Esta buena máquina, sin más, es fiel a sus proyecciones semánticas. Su audacia se equilibra en los bordes de una lectura bifocal (poética y estética a la vez) que interpela al lector con extraordinaria constancia. Porque también se lee con los ojos puestos más allá de la mirada inmediata. También se lee reconstruyendo el libro en el asombro de su arquitectura inmaterial.

 

***

 

Es un buen proceso:

Entrevista con Faride Mereb [Editorial Letra Muerta]

Faride MerebPara Faride Mereb (diseñadora gráfica, investigadora y editora de Letra Muerta) el logro de Una buena máquina está en el registro y la exposición al lector del proceso escritural de Miyó Vestrini. Con este poemario, que se adentra en la obra inédita de una de las voces más hondas de la poesía venezolana, el objeto y espacio libro parece situarse en su puesto merecido: el de la insistencia. Es el libro que replantea y le abre nuevos caminos a la lectura, atravesando incluso sus dimensiones sensoriales. Es el libro como experimentación, provocación y protesta.

Después de seis años de experiencia en el diseño editorial, cuatro de investigación sobre la obra de Miyó Vestrini y seis meses de producción con el amparo del empecinamiento y el arrojo, Faride Mereb sale al mercado con Editorial Letra Muerta[1], el sello independiente que respalda la publicación de Una buena máquina: poesía inédita de Miyó Vestrini.

¿Cuál es el concepto que guía la gestión editorial de Letra Muerta?

El rescate de archivos. El nombre de la editorial (idea de Deisa Tremarias) justamente viene del hecho de hacer público algo que se daba por perdido o propagar información que no había sido tomada en cuenta. La línea editorial de Letra Muerta está muy apegada al hecho investigativo. Y obviamente hay un aspecto muy experimental en las publicaciones que hacemos, justamente respaldado por el hecho de que no estamos condicionadas por el financiamiento de alguien más. Quizás el hecho de publicar de manera independiente pueda verse también como una nueva manera de democratización de información.

¿Cuándo y cómo surge la idea de Letra Muerta?

El proyecto en principio no era fundar un sello editorial sino respaldar la publicación del poemario de Miyó. Este es consecuencia de 4 años de investigación y búsqueda de la propagación de dichos textos, más allá de los espacios expositivos donde venía participando desde el 2011.

¿Y cómo es que llegan a reunirse en este libro?

Por dos razones. La primera fue el interés de diseñadores, investigadores, curadores, museólogos y lectores de poesía por conocer más de la investigación. Luego de ir a las exposiciones se acercaban y preguntaban por el resto de mi trabajo con la obra de Miyó, pero no había nada más allá de lo que tenía en mi cabeza y mi computadora. La segunda razón fue la muerte de mi amigo Domingo Michelli, lo que me enseñó sobre lo efímero que es el tiempo y la necesidad de hacer las cosas cuando se tiene la oportunidad. Esos dos eventos me impulsaron para dejar vertido el resultado de todo ese proceso.

Una buena máquina es una aproximación no solo poética, sino también gráfica, conceptual, incluso testimonial a la obra de Miyó Vestrini.

El libro está presentado en dos tomos que se articulan con los conceptos de gran memoria y pequeña memoria, del artista francés Christian Boltanski. La gran memoria es la oficial, la vinculada a las relaciones de poder, la del enciclopedismo, la que consultamos en las bibliotecas, mientras que la pequeña memoria es la que se pierde en la tradición oral, el gusto, el gesto, eso que nos caracteriza. Siguiendo esto, el primer tomo del libro es lo que Miyó escribió, los textos en sí, mientras que el segundo tomo es, digamos, “menos mecanizado”, es insertarse en su escritura. En mi proceso de investigación me encontré con muchas cosas sobre la vida de Miyó que no quería perder (fotos de su padrastro Renzo y de la República del Este, la letra de su hermana, etc.), y que nos constatan la simbiosis y la coherencia entre autor y obra.

¿Qué más hay detrás del proceso de investigación que antecedió la publicación del libro? Está claro que lo documental o lo estrictamente literario fue un paso más del conjunto.

La investigación pasó por entrevistas con familiares y personas cercanas a Miyó, como su mejor amiga y su exesposo, quienes también intervinieron en la selección de los textos. Luego vino la corrección posterior de Deisa Tremarías, la intervención de un paleógrafo (ya que la letra de algunos poemas era a veces ilegible), hasta una última lectura por parte de Humberto Valdivieso, investigador de la UCAB. Hubo algunos textos tachados por la autora que no se incluyeron y otros (seis, específicamente) que no entraron en la selección ya que tenían imágenes que se repetían en otros poemas o que, pensamos, podían restarle fuerza al conjunto. En todo caso mi principal decisión como editora fue mantenerme lo más fiel posible a los textos originales y a la intención de Miyó.

¿Cómo ha sido la respuesta del público lector –y del medio literario– a Una buena máquina y al concepto de la editorial?

Bastante receptivo. Al principio me preocupó un poco el tema de que no fuesen a distribuirse todos los libros en lugares comerciales. Con los envíos podemos luchar un poco con el tema de los porcentajes y no tener que subir el costo del libro. El envío requiere de par de días de espera,  de paciencia, y la gente está acostumbrada a la inmediatez. Creo que a los seguidores del trabajo que hacemos hay que agradecerles, además de la confianza, el gusto por conservar todo el misticismo en torno a los proyectos que pudiesen considerarse para “minorías” y que aún se dediquen a este tipo de propagación de información tradicional.

¿Cuáles son los próximos proyectos editoriales de LM?

En principio no pensamos en más publicaciones. O al menos no tan cercanas a esta. De manera irónica ya estamos trabajando en la segunda y tenemos proyecciones de una tercera. Ahora mismo, por ejemplo, estoy trabajando en la traducción de Una buena máquina al francés y al inglés, en un formato editorial más sencillo. En medio de todo, creo que es una ventaja que estemos abarcando dos públicos: el lector/ literario en general, y el de arte/diseño.

Las editoriales independientes van asociadas, generalmente, a la personalidad (y con ello la concepción estética y el gusto) de sus editores. En este sentido, ¿cuál es para ti la labor del editor actual?

Creo que un buen editor debe tener una mirada muy crítica ante lo que va a publicar. Una visión holística. Muchos editores se quejan de los manuscritos que reciben y  publican, o de prácticamente haber “reescrito” un libro. Si no se apoya la información que se está propagando no hay coherencia en el trabajo. En mi caso, creo que mi labor como editora a pesar de no considerarme una es mantenerme lo más cerca posible a lo que el autor haya querido dar a entender y de la manera en que quiso darlo a entender. Para eso no hay ninguna regla ortotipográfica. Lo mismo para el diseño…

Y entonces, para Faride Mereb, editar es…

Dar una segunda opinión.

Para terminar: ¿cómo ves el futuro del libro?

El libro digital tiene cada vez más campo, pero eso no significa que el libro impreso vaya a desaparecer. Hay muchas cosas que por practicidad y estar sujetas a cambios constantes, deberían mantenerse en formato digital. No todo debería imprimirse. Ahora es muy costoso hacer un libro, no solo en Venezuela sino en cualquier parte del mundo, por eso si se va a materializar algo es mejor que valga la pena. Hay que hacer libros que generen experiencias.

 

 

[1] La Editorial Letra Muerta está conformada por Faride Mereb, Deisa Tremarias (quien fue coordinadora editorial por varios años de El Perro y La Rana), Diana Moncada y Pablo Duarte, quien se ha incorporado a colaborar con el proyecto.

 

 

@zakariaszafra
www.zakariaszafra.com

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