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La narrativa urbana de los años ’60 contribuyó a delinear y hacer sentir las pulsaciones de una Caracas que experimentaba eufórica y adolorida la transición de pequeña ciudad a urbe moderna, y de sus pobladores que se veían forzados a redefinir a cada paso el mapa de sus antiguas certezas.
Si, por un lado, la modernización se dejaba sentir con la violencia del concreto, por el otro una naciente democracia debía anunciar una auténtica revolución. Tiempos de la Guerra Fría. Fechas cuando la resistencia contra las dictaduras o las guerras de descolonización se mezclaban en el Tercer Mundo con las luchas de las utopías de izquierda por llegar al poder. Es en este período donde ocurre la gran liturgia de ese deambular de Andrés Barazarte que define la estructura y la trama de País Portátil.
Novela de compromiso es País Portátil, y el joven Adriano González León es en 1967-68 un escritor políticamente comprometido. ¿Qué hace entonces que después de treinta y cinco años y el giro de tantos grados que han dado las circunstancias de la historia podamos y queramos volver a leer esta novela?
II
En su definición de lo real, Jonathan Culler1 indica que citar un discurso social con categorizaciones y generalizaciones es un modo de fundamentar la obra literaria en la realidad, una forma de establecer una relación entre las palabras y el mundo que garantice la inteligibilidad del texto. Según Genette2, una acción se justifica por una ideología que la engloba, de modo que lo general explique lo particular. Así se produce la ilusión referencial en la terminología de Barthes. Culler, Genette, Barthes: estamos hablando de la intención realista del texto literario. Estas premisas se cumplen de modo cabal en la novela de Adriano González León. Sigamos un poco más.
Balzac3 decía que toda novela debía responder a la pregunta ¿Qué es la vida? Esa acumulación de circunstancias, como la definía el autor francés, hacía indispensable que el escritor supiera seleccionar las circunstacias que por sus consecuencias o importancia esencial pudieran desencadenar el drama. González León selecciona un episodio: la guerrilla urbana y, en ésta, la misión del protagonista. Así van apareciendo progresivamente acciones y personajes presentes que se complementan con la memoria de la familia Barazarte. De un amplísimo conjunto de circunstancias sociales, el autor elige aquellas que le permiten retratar con realismo ese espacio definido y aprovecharlo, a la vez, para crear una metáfora del ser humano en su contexto social.
Pasión e intereses, decía Balzac, son los puntos extremos del ser humano. En Andrés Barazarte confluyen ambos puntos de la premisa. El interés del militante en llevar a cabo acciones a favor de su causa y la pasión (de allí lo fundamental del cultivo de la memoria familiar) por comprender y resarcir la vida de otros inmediatos y de la humanidad entera como compromiso revolucionario, guían la trama, la selección de acciones y personajes y determinan el final del protagonista.
Champfleury4 opinaba que el realismo ofrecía dos posibilidades claves: presentar la sociedad y sus diversas interrelaciones y retratar el efecto de la sociedad en la vida interior de los personajes. González León se ocupa en País Portátil de ambas posibilidades.
Hay, en primer lugar, un retrato de la contemporaneidad correspondiente a los años 60. La ciudad de entonces, el clima político, la guerrilla urbana, la represión oficial. Pero también se conforma, a base de pinceladas, la historia de la familia Barazarte y, con ella, la del país: el paso de una Venezuela rural a urbana, la impronta de la explotación petrolera.
En segundo lugar, la construcción de Andrés Barazarte como personaje es magistral. A lo largo de su andanza, se nos va dejando descubrir su modo de ser, sus fortalezas y sus miserias, sus dolores, su compromiso hasta la muerte con la causa por la que lucha. Su historia familiar y su historia personal, la experiencia colectiva y la intimidad, lo han cincelado lentamente (ese lentamente es un tempo magníficamente logrado en la novela) hasta hacernos sentir su corporeidad plena.
¿Entonces por qué volver a leer País Portátil?
Porque junto con las innovaciones técnicas del momento (ésta era una condición indispensable en el concepto del Premio Biblioteca Breve de Seix Barral), hay un magistral manejo del modelo clásico que sirve de soporte y le otorga densidad al andamiaje de la trama, de forma que el modelo no es un obstáculo sino que enriquece la funcionalidad de las novedades técnicas, a la vez que éstas enriquecen una forma de novelar que en absoluto ha caducado.
III
En el final de la novela, Andrés Barazarte está solo y rodeado por la Digepol. Los últimos pasajes de la historia tienen la contundencia de una onda eléctrica que circula bajo la piel. Y así, transformados ya en esa onda, cada uno de nosotros termina de convertirse en Andrés Barazarte.
Somos Andrés Barazarte que está rodeado. Andrés Barazarte que está a punto de morir. Andrés Barazarte que espera las palabras finales de Adriano González León. Andrés Barazarte que aprieta el disparador de su ametralladora.
Publicado en ocasión de cumplirse 35 años de País portátil en 2003