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Clara colgada

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“El horizonte es siempre una imagen que nos desafía,
que nos promete maravillas.
Vamos hacia él, y se aleja
para servirnos otra vez de señuelo”.

José Saramago

¿Qué le pasa?… ¿Qué me pasa?… Clara. Me pasa Clara. Jodida Clara. Hermosa Clara.

Clara. Clara. Clara. Mi Clara. Ella dice no, no soy tu Clara. Detesto “mi Clara”. Sólo Clara, por favor. Así de simple. Como si de azúcar se tratara. No. Sin azúcar. Detesto el azúcar. Sólo café, por favor. Y yo me quedo lelo, idiota, con la cucharita de plata entre mis dedos, más que dispuesto a endulzarle el café. Me quedo lelo, idiota, le decía; paralizado, con el brazo extendido, con la sonrisa congelada. Reprimo la avalancha, no queda otro remedio, me echo para atrás, me recojo, me enrollo, me hago ovillo, humillado, resignado, dolido. Trato de mantener la compostura como puedo mientras me repito a mí mismo, mi Clara, mi Clara, mi Clara, no puedes leer mi pensamiento, allí eres mi Clara, allí siempre mi Clara, allí no puedes prohibir.

¿Sabe qué hace entonces? Va y me dice, Tomás, podría olerte a distancia, podría reconocerte sin verte, apareces y una humedad conocida invade el ambiente, y no paro de desearte, Tomás, de imaginar, de pensar, un velero y el sol que estalla al mismo tiempo que nosotros. Y sigue mi Clara, y me dice, no puedo dejar de pensar en tu clavícula, parece el arco del violín, !qué melodías le arrancaría, Tomás!, !te juro que llorarías!, llorar con música y sexo Tomás…¿alguna vez te ha pasado?…y yo le digo; está bien, tócame, tócame todo lo que quieras, yo me dejo hacer, no, todavía no, dice ella, primero quiero olerte, huéleme entonces, le digo; no, tienes demasiados vellos, tienes que depilarte, o mejor te depilo yo, la cera caliente, el tirón y el dolor, buen preámbulo para lo que vendrá, y yo tieso, y con ganas de sus manos, y con ganas de su lengua, y con ganas de su piel de leche, y se lo digo, no me callo, idiota soy, ya le digo; Clara, Clara, mi Clara, si fuera la cuerda de una guitarra me rompo, me rompes mi Clara; no “mi Clara” no, dice, “mi Clara” nunca, y la cuerda se destensa, se afloja y yo veo a la locura saludándome desde la esquina.

Clara juega con usted.

No. Clara, mi Clara nunca me haría eso. Sólo está indecisa. O no. Tal vez es perversa. Tal vez es malvada. Pero también es tan dulce. Una combinación letal, le aseguro.

Hágame caso, no la vea. No piense en su Clara pues no es su Clara. Ya se lo dijo.

No, no lo acepto. Nació para mí, es mía, no puede ser de otra forma. Es perversa y dulce, ¿pero sabe qué? Para colmo de males es sensual, caliente, sabrosa. Y la guinda, es inteligente. Clara es matemática. Clara es física. Entiende los fractales, los diferenciales, la física cuántica y aplica esos conocimientos a la vida.

¡Ah! Mi Clara. Si usted la conociera. No mejor no. Seguro también se enamoraría de ella. No lo soportaría. Me muero de celos. Me hiervo, me incendio, me chamusco cada vez que pienso que alguien le habla, que alguien la toca, que alguien la mira. Y se lo digo, Clara, que nadie te hable, te toque, te mire, sólo yo, Clara, sólo yo, y ella que dice eso es imposible, la vida es así, confórmate mientras te huelo con mi lengua, no te muevas Tomás, quiero enseñarte algo, y va la jodida y hermosa Clara y descubre su espalda, deja caer sin ruido su blusa de seda, sólo me enseña su espalda, alargo mis manos, ansioso, espalda de reina, la quiero tocar, Clara, déjame por favor, sólo un ratito, deslizar las yemas de mis dedos, te juro que sólo eso, déjame tres segundos y ella dice no, sólo lee mi espalda, ¿qué lea tu espalda?, sí Tomás, lee mi espalda, hay una carta de amor para ti en mi espalda, está escrita en lunares, reacomodé los lunares para ti, lee Tomás, y me vuelvo analfabeto y se lo digo; léela Clara, léela para mí, y la voz de mi Clara, espesa y lenta, lee de memoria, mientras yo imagino el sabor de su nuca, apartó sus cabellos para exhibir la plenitud de su espalda, su nuca de bailarina, su espalda de reina, sus lunares de herencia y sus pecas de playa, siento un ruido en la ventana, un toc toc, está allí de nuevo, la locura me saluda y se sonríe, mientras Clara, mi Clara, sigue allí, y descifrando su partitura de lunares y hablando de rozar el puño duro de mi sexo; déjalo libre Tomás, quiero olerlo, presiento un hermoso caracol de tierra, puedo sentir su viscosidad, puedo sentir que repta mis piernas, puedo sentir su caricia fría en mis senos, Tomás… pero Clara, eso lo has escrito, seamos prácticos, por favor, ¿por qué sólo imaginar?, ¿por qué no “mi Clara”?, y Clara dice, the end, hasta aquí llegó esta carta, no tengo tantos lunares y me tengo que ir, y yo pienso sin azúcar, coño, siempre sin azúcar, jodida y hermosa Clara ¿cuánto tiempo me vas a tener así?, paciencia, cariño, paciencia, no te agobies, déjame soplar en tu cara, así, Tomás, soplo suave, tu cara, tus orejas, soplo tu boca, voltéate, soplo tu nuca, tu espalda… no tienes lunares, Tomás, que lástima, soplo, soplo, y mientras sopla me pregunta, Tomás, ¿qué harías por mí? , nacer, una misa, morir, un sacrificio, besar al Papa, ir a Lourdes de rodillas, multiplicar panes y peces, inventar la máquina del tiempo, no perdamos tiempo Clarita, lo que quieras, lo que digas, lo que pidas… Y Clara sonríe complacida, y me dice, me voy y le digo, y tú Clara, y tú… ¿qué harías por mí, mi cielo?… ¿Clara? Clara, responde mi vida, ¿Qué harías por mí?. Clara… Clara… Mi Clara, contesta, amor, Clarita, está bien, sólo Clara, Clara, Clara, Clara, CLARA… ¿por qué callas, Clara? !no me hagas esto!…Clara….de repente el abrazo y la risa… eso fue lo que pasó. Me encontré sólo, la pantalla colgada y el nombre de Clara. Clara has logged off. Miré la ventana. No había nadie…

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