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La generación perdida

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Antes de iniciar, quisiera hacer tres aclaratorias: la primera, que el título de la antología Los novísimos se debe a una libre apropiación del famosísimo volumen titulado Nueve novísimos poetas españoles, compilados por el célebre crítico español José María Castellat y publicado en el año 1970, en las postrimerías del régimen franquista en España; la segunda, que el título de este prólogo está inspirado en la expresión “génération perdue1, original de Ernest Hemingway; y, la tercera, que los autores aquí antologados nada tienen que ver con las preocupaciones, estilos o estéticas de los reunidos por Castellat —donde figuran nombres como Manuel Vásquez Montalbán, Pere Gimferrer, Ana María Moix, entre otros— ni con las glorias que acompañaron a Hemingway en ese penoso período posterior a la Primera Guerra Mundial —F. Scott Fitzgerald, Gertrude Steine, John Dos Passos o William Faulkner son algunos de los escritores más representativos de los perdue—.

Si son novísimos, a mi parecer, es porque podemos identificarlos con lo dicho en junio de 2023 por Krina Berr en la ceremonia de entrega de la XVII edición del Premio de Cuento Julio Garmendia, en la sede de la Poeteca: “Estos escritores ya no escriben como se hacía años atrás, preocupados solamente por la crisis. Ellos se abren a lo fantástico, al registro del país desde miradas oblicuas”. Y si forman parte de lo que insisto en llamar “generación perdida” es porque, en cierto sentido, explica lo que vivimos la mayoría de los escritores venezolanos nacidos a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado y principios del siglo XXI. Recordemos que conocedores de nuestra historia editorial, como Katie Brown2, insisten en que la industria del libro nacional, desde el boom petrolero que vivieron nuestros padres y abuelos3, en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, ha estado inficionada por una suerte de mecenazgo estatal que, aunque importante para dejar registro de lo mejor de nuestra literatura (nombres ineludibles vienen a mi mente como Rafael Cadenas, Vicente Gerbasi, Miyó Vestrini, Ida Gramcko, Eugenio Montejo, Adriano González León, Salvador Garmendia, José Balza, Guillermo Meneses, Victoria de Stefano, Ana Teresa Torres, Francisco Massiani, Israel Centeno, Ángel Gustavo Infante, Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, y un larguísimo etcétera), este patrocinio nos malacostumbró, por decirlo de alguna manera, a que publicar un libro en Venezuela era una especie de derecho ya que, como solía escuchar en mi niñez, “el petróleo es de todos”, falacia que a su vez obviaba aspectos esenciales del comercio editorial como los márgenes de ganancia o la rentabilidad de un libro.

De hecho, la generación anterior a la “perdida”, esa que Miguel Gomes agrupa en lo que diagnosticó como el “gran ciclo de la narrativa de la era chavista”4, testigo del desplome de nuestro país, gozó de nuestra última época dorada de la edición de libros en Venezuela: la que Carlos Sandoval llamó boom editorial5, en la que no solo decenas de editoriales publicaban textos que salían —mas no se vendían— como pan caliente, sino que hubo muchos premios literarios importantes, hoy ya extintos, como el Premio Iberoamericano de Literatura Arturo Uslar Pietri, cuya única edición fue ganada por Eduardo Sánchez Rugeles, o el Premio de Poesía Eugenio Montejo, organizado por la editorial Equinoccio de la Universidad Simón Bolívar. Autores como Rodrigo Blanco Calderón, Juan Carlos Méndez Guédez, Gabriel Payares, el propio Sánchez Rugeles, Francisco Suniaga, Federico Vegas, Gisela Kozak Rovero, Sonia Chocrón, Liliana Lara, Juan Carlos Chirinos, Keila Vall de la Ville o Alberto Barrera Tyszka, son apenas una muestra nada excluyente de los autores venezolanos que colmaban tanto las librerías comerciales instaladas en la mayoría de los centros comerciales más concurridos de la ciudad, como las otras, las polite, donde figuran empresas emblemáticas como Lugar Común, Alejandría, Kalathos, Noctua, El Buscón, muchas de ellas hoy cerradas o que apenas subsisten a los embates de nuestra economía, siempre en riesgo.

Ese boom editorial fue tan importante que, en sus últimos lustros, tuvo ocasión de editar a autores que bien pudieron ser de los “perdidos”. Un claro ejemplo lo encontramos en Enza García Arreaza, quien logró publicar El bosque de los abedules con Equinoccio en el año 2010, o quizás Jacobo Villalobos, quien editó Intrusos con Fundavag, tras ser el ganador del premio franco-venezolano para la Joven Vocación Literaria, en 2017. Pero, como era de esperarse, en un país hipotecado a la dádiva, sumido en discursos anatemizados por las costumbres civiles y democráticas, y que finalmente empujó a una grosera emigración forzada a millones de connacionales, la industria editorial terminó siendo pulverizada por esa crisis política, económica y social que, como se sospecha, también es cultural.

Antes de cerrar estas líneas, conviene preguntarse lo siguiente: ¿cómo ha afectado este cúmulo de vicisitudes al campo literario venezolano? Personalmente, creo que existe toda una generación de nóveles escritores que ha visto las puertas de la inmensa mayoría de las editoriales nacionales clausuradas y no por omisión sino por catástrofe; que muchos de nosotros estamos en silencio, con excelentes manuscritos resguardados en alguna carpeta de nuestras computadoras; y que otros han buscado oportunidades de edición fuera de nuestras fronteras en sellos con poco alcance o que sencillamente no distribuyen o dejaron de distribuir en Venezuela —conozco el caso de Ignacio Alarcón, quien ha publicado La isla de la fama efímera (La Coruña: Editorial Tandaia, 2018) y El blues de Ogawa (Granada: Editorial Nazarí, 2022) y de Mayi Eloísa Martínez, quien ha publicado Apartamento 11 (Santiago de Chile: Ediciones SM, 2019), Sujetos (Santiago de Chile: Queltehue Ediciones, 2020) y Abuela ave (Santiago de Chile: Penguin Random House, 2023)—. Pero no todas son malas noticias. Tengo la fe de que esta particularidad que nos tocó vivir hará que —no solo a los autores de esta antología, sino todos o casi todos los escritores que nos podamos identificar con estas palabras—, a mediano o largo plazo, muchos de nosotros aspiraremos a pertenecer a ese campo que está “dentro del juego”, es decir, a buscar oportunidades de edición en los mercados internacionales, tal como lo ha logrado Alberto Barrera Tyszka, Rodrigo Blanco Calderón o Juan Carlos Méndez Guédez.

Antes de cerrar este escrito —y que comienza a parecer un manifiesto— me gustaría citar a Mario Vargas Llosa, quien escribe lo siguiente en Cartas a un joven novelista, en relación a este noble y a veces ingrato oficio de la creación literaria.

Y es que, al escribir, hablamos de

una predisposición de oscuro origen, que lleva a ciertas mujeres y hombres a dedicar sus vidas a una actividad para la que, un día, se sienten llamados, obligados casi a ejercerla, porque intuyen que solo ejercitando esa vocación —escribiendo historias, por ejemplo— se sentirán realizados, de acuerdo consigo mismos, volcando lo mejor que poseen, sin la miserable sensación de estar desperdiciando sus vidas.

Por último, no me queda más que agradecer a los profesores Marcelino Bisbal y Jonathan López, director y subdirector de abediciones, por darnos la oportunidad de dar un espacio a estas voces que regurgitan literatura; autores que están ansiosos de espacios para mostrarse; escritores que, por situación país, parecieran destinados a perderse en el olvido pero que, estoy seguro, no será así.

 

  1. Ernest Hemingway, A Moveable Feast, (New York: Scribner, 1996),
  2. , Writting and the Revolution: Venezuelan Metafiction (2004-2012), (Liverpool: Liverpool University Press, 2019).
  3. Cfr., para un panorama amplio de la historia del petróleo en Venezuela, Fernando Coronil, El estado mágico: Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela, (Caracas: Editorial Nueva Sociedad, 2002).
  4. El desengaño de la modernidad: cultura y literatura venezolana en los albores del siglo XXI, (Caracas: abediciones, 2017), 14.
  5. Cfr., «La guerra de los días (acerca del relato breve en Venezuela)», América sin nombre, 22, (2017): 66. https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/71972/6/ASN_22_06.pdf.

 

Prólogo a Los novísimos, siete nuevos narradores venezolanos (Abediciones, 2023)

 

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