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Ensayos, entrevistas y artículos sobre el arte de narrar

Acerca de estos cuentos que no son cuentos

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Los narradores de ficción cuentan el mundo a partir de situaciones, en apariencia imaginarias, que hablan de la vida que puede ser. Exploran posibilidades para que seamos capaces de pensar en el ámbito de lo posible, que es, en efecto, el mundo de la ficción.

Por eso, lo que cuentan nos permite ver más allá de lo visible. Y por eso, también, su mirada siempre aportará valor a la realidad. Conscientes de eso, los editores de La vida de Nos (un lugar dedicado a recoger historias sobre la Venezuela de estos tiempos) siempre consideraron fundamental que, en ese largo registro de la vida, estuvieran presentes las miradas de nuestros narradores de ficción. Un banco de historias de la vida cotidiana debía tener, para enriquecer ese mapa espiritual, las voces de aquellos cuya principal preocupación a la hora de contar la vida fuese indagar, usando el lenguaje como su principal herramienta, las diversas capas de significado con las que se puede pensar la vida. Si para contar sus ficciones recurrían a sus impresiones de la vida, emplear el procedimiento inverso (contar la realidad como si fuesen sus ficciones) ofrecería matices que darían profundidad a ese lienzo colectivo.

Con eso en mente, cada tanto eran invitados a que contaran alguna historia que hubiesen protagonizado. De la crisis universitaria (en su calidad de profesores) o de sus recuerdos de la infancia. De su primer encuentro con la muerte o de sus vivencias durante la pandemia. De la búsqueda del padre o del encuentro con el hampa…

Ese registro se fue ampliando y pudimos leer historias contadas por escritores que contaban un determinado momento del país que hacía de telón de fondo de sus vivencias personales. En su vida cotidiana o en sus momentos bisagras. Desde la llegada de los padres europeos de Gisela Kozak y Mirco Ferri a Venezuela, pasando por pasajes casi inocentes de la infancia de Liliana Lara o de Carolina Lozada, o ese punto de quiebre de nuestra democracia que supuso el 27 de febrero de 1989 (que encontró a unos adolescentes Jorge Gómez Jiménez y Lucas García París en la calle), hasta algunos de los más oscuros momentos de esa larga crisis que ha significado la vida de Venezuela bajo el chavismo, o durante la pandemia y, por supuesto, sobre ese tema que se ha convertido en el que, por inédito, por complejo, porque no sabemos todavía cómo procesarlo (ni en la literatura ni en la vida), nos ha ofrecido tanto material: la migración.

 

Para armar esta antología decidimos recurrir a dos parámetros, más o menos rectores de la selección: que los autores tuviesen una obra conocida en la ficción, y que los textos no formasen parte de un libro que, para ese momento, ya existiese. Fue así como fuimos organizando las historias, de tal manera que nos contasen (siguiendo cierto orden cronológico) la historia del país, desde la llegada de los migrantes europeos a una Venezuela pujante y llena de futuro, hasta la crisis educativa, que representa la antítesis de aquella.

Todos los autores convocados volvieron a leer las historias y, algunos de ellos, decidieron matizar situaciones, remarcar escenas, corregir pasajes, cambiar títulos. Es decir, ofrecieron una versión inédita para armar este volumen.

 

Son historias contadas por firmas que están afuera desde hace muchos años, por otras cuya migración es todavía reciente o por aquellas que permanecen en el país, representando, en su conjunto, un documento excepcional para leer un país de la mano de aquellos que nos lo han contado desde el río revuelto de su imaginación.

La búsqueda del origen, el encuentro con el otro, las despedidas (y no siempre del país geográfico), los regresos, risueños o dolorosos… es más o menos el mismo paisaje, pero distintas son las miradas que, en inadvertidos pasajes, nos ofrecen luces sobre la vida, la muerte, el paso del tiempo, la soledad, lo perdido y lo repentinamente encontrado. Historias que cuentan el país que somos, remontándonos a los años cincuenta del siglo pasado, desde la privilegiada mirada del que está acostumbrado, por oficio, a buscarle sentido a lo vivido.

¿Cuántas de esas experiencias alimentarán su obra futura? ¿Cuánto de esto lograremos intuir en inadvertidos pasajes convertidos en ficción?

 

Se trata de cuentos que no son cuentos. Historias de sus vidas, relatadas como si fuesen cuentos, pero tomadas de la memoria de estos autores, tal como la recuerdan, sin agregar personajes que exija la trama, edulcorar situaciones bochornosas ni teñir de espectacularidad a escenas corrientes. Historias con nombres propios.

Miradas contando nuestra historia a través de sus vidas.

En este volumen (organizado en atención a una cierta cronología que se engranase con la historia del país) están presentes testimonios de Yolanda Pantin, Luis Moreno Villamediana, Krina Ber, Mirco Ferri, Jacqueline Goldberg, Ángel Gustavo Infante, Eloi Yagüe Jarque, Gisela Kozak, Slavko Zupcic, Lena Yau, Rodrigo Blanco Calderón, Eduardo Sánchez Rugeles, Fedosy Santaella, Liliana Lara, Jorge Gómez Jiménez, Mario Morenza, Arnaldo Valero, Ricardo Ramírez Requena, Lucas García París, José Urriola, Carolina Lozada, Gabriel Payares, Néstor Mendoza y Jacobo Villalobos; unos de la generación que se dio a conocer en los 80 y 90 del siglo pasado, y otros de aquella cuyo trabajo se asentó durante este siglo; con una obra bastante amplia o con una carrera en proceso de consolidación; estos nombres conforman un nutrido registro de la narrativa venezolana actual que, si algo tiene en común es que, en su mayoría, hemos leído y conocido a través de sus ficciones, reunidos ahora para contarnos historias, como hemos decidido titular este volumen, de su propia vida.

Es decir, sus cuentos que no son cuentos.

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