Buscar

‎ Cuentos
‎ Cuentos

Todos los cuentos publicados

‎ Novelas
‎ Novelas

Capítulos de novelas disponibles

‎ Sobre el oficio
‎ Sobre el oficio

Ensayos, entrevistas y artículos sobre el arte de narrar

Bermúdez, el impío flotante

  • Compartir:

En El tiempo flotante de Ricardo Añez Montiel, Bermúdez es un hombre resentido, que acecha fiestas ajenas como quien busca en la infancia de otros la reparación de la propia. La escena del castillo inflable, símbolo de una felicidad que nunca le fue concedida, se convierte en el epicentro de una coreografía emocional donde el resentimiento va emergiendo hasta hacerse visible al lector. Bermúdez no actúa, observa. No interfiere, espera. Su maldad no es tangible, es contemplativa. Y en esa espera, mientras el aire se escapa del castillo, ese aparente acto mundano, mecánico, se vuelve una poderosa metáfora que revela una forma de goce que no necesita estallido: basta con el desinfle paulatino del objeto de su encono. El relato se desliza con una sutileza poética que contrasta con su intención.

El texto, al narrar esta perversión sin estridencias, con un lenguaje exquisitamente depurado, calibrado, logra que el lector no se escandalice, sino que se admire de cómo el personaje canaliza su resentimiento y, acaso se pregunte: ¿Qué tipo de dolor se convierte en placer cuando se contempla desde la sombra y el silencio?

La presencia de Malena introduce un contrapunto que no redime, pero que “normaliza” hasta cierto punto la presencia de Bermúdez. Ella no lo cura, solo lo acepta e integra. No lo transforma, lo sostiene. En ese vínculo, el relato insinúa que incluso la pasividad más corrosiva necesita un testigo, o un cómplice. Malena no es heroína ni víctima, es la aguja que impide que Bermúdez se deshilache por completo. El texto no la convierte en salvadora, sino en una presencia sólida y casi autoritaria porque, es cierto, Bermúdez parece que necesita obedecer. Esta adición narrativa, evita el melodrama y permite que el relato conserve su tono flotante, como si todo ocurriera en una atmósfera donde la gravedad emocional está suspendida. El lector no se enfrenta a una historia de redención ni de condena, sino a una estampa de humanidad en pausa.

Lo más inquietante del relato es su capacidad para hacer del resentimiento un logro estético. Bermúdez no es un monstruo, ¿o sí? Es, más bien, un hombre que mira cómo otros niños juegan en el castillo que él nunca tuvo. Y apuesta para que ellos tengan sus propias frustraciones, mejor si es a causa del “maldito castillo”. Y en esa mirada, el texto encuentra su fuerza. No hay juicio, solo exposición y odio que flota todo el rato.

El tono poético, embellece y tapa, disimula la abyección del personaje. Lo que se cuenta es oscuro, pero se dice con una elegancia que obliga a leer dos veces. El humor, apenas perceptible, se cuela como ironía, sin lamentos. Así, el relato se convierte en una pieza que no busca conmover ni provocar, sino dejar al lector al borde del abismo.

El tiempo flotante de Ricardo Añez Montiel es un texto inteligente y de perversidad refinada, que da una profundidad particular como pocos textos suelen tener.

 

Sobre la novela El tiempo flotante, de Ricardo Añez Montiel (Luba Ediciones, 2025)

 

¿Qué tanto te gustó?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.