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Las karaqueñas kuitas de un antihéroe

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En 1915 Franz Kafka creó, en el inolvidable relato Die Verwandlung (conocido por nosotros como La Metamorfosis), uno de esos personajes que forman parte de la galería universal de los seres inolvidables. Todos recordamos a Gregorio Samsa, aquel vendedor de telas que atraviesa duras situaciones hasta llegar a su muerte, luego de su transformación en un insecto horrible y gigante, indudable terror de este prolífico creador de pesadillas que murió sin conocer la fama. ta historia de terror que asalta al mundo cotidiano ha llegado hasta nuestros días convertida en un clásico de la literatura universal, motivando innumerables estudios e interpretaciones, literarias o no.

Y así como el creador de La Metamorfosis vivió atormentado por sus pesadillas, como si de un personaje de la literatura se tratase, otro personaje también vivió atormentado por la fuerza, esta vez no de sus pensamientos, como sí de sus recuerdos. Se trata del, ya también clásico, Funes el memorioso, creado por Jorge Luis Borges y aparecido en su libro de cuentos Artificios (1944).

Casi cien años después de la creación de Samsa y 60 de Ireneo Funes, Eduardo Liendo nos ofrece, en un deliberado homenaje doble, un personaje que reune las características principales de ambos: Temístocles Pacheco es un memorioso vendedor de enciclopedias que amanece convertido en hombre mosca el día de su trigésimo cumpleaños. A diferencia del sufrido Samsa, la transformación de este modesto vendedor de puerta en puerta, sólo la puede notar él mismo, quien puede hablar tranquilamente con la conserje de su edificio o con sus compañeros de trabajo sin que estos verifiquen el más mínimo cambio en su aspecto externo. Sin embargo, Temístocles comienza a tener un cambio de actitud que sí es notado por todos, especialmente por la Zancuda, la supervisora de compañía donde trabaja, y por Anamar Kintana, su novia, de quien se aleja voluntariamente por temor a que lo descubra.

Temístocles vive la dualidad hombre—mosca y si bien por un lado se siente a gusto con sus nuevos poderes moscosos, por otro se siente aturdido y disconforme extrañando ser un humano sencillo. Es el texto DE LA FILIAL METAMORFOSIS (Legado de un hombre mosca a alguno de sus descendientes) conseguido en el departamento de Libros Rarísimos y Manuscritos Insondables de la Biblioteca Memorial, lo que ayuda a nuestro personaje a entender su condición y a conocer los peligros que lo acechan: el Perseguidor y la Mujer Araña.

Nevas manías y gustos se hacen presentes, entre ellas las excursiones nocturnas a una Karakas sórdida y lúgubre. Niños con hambre, huelepegas, hombres suicidas, putas… Un universo se abre (a dimensiones colosales) ante Temístocles quien huele, mira, recuerda, percibe todo con sus poderes moscosos. “La ciudad está llena de olores trashumantes que invaden mis pulmones, más que las esencias lo que me abruma en ciertas ocasiones es la infinita combinación de los mismos y, a veces todo se percibe agrio y azucarado: es el olor agridulce de la melancolía” escribe en su diario, el cual conforma otra vertiente para que el lector se acerque más al personaje, quien desde el comienzo se asume como un “desgraciado remedo de Gregorio Samsa, sin su prosapia literaria”.

Eduardo Liendo crea, en Las kuitas del hombre mosca, un personaje a la manera del monstruo que aterró a Kafka, pero desde tiempos más cínicos y menos atormentados que los que le tocó vivir al genio de Praga, lo que hace que su personaje, no sólo se resigne más a su situación, sino que pueda aprovecharla mejor. Temístocles Pacheco va por la ciudad mimetizándose, haciendose cada vez más parte de ella, presenciando la vida en los barrios, con sus “mujeres” de 12 años que paren y viven con “hombres tan adultos como ellas”; así como los complejos personajes que los habitan, como El Báquiro; sin dejar de ser testigo de primera fila de las convulsiones sociales y políticas que palpitan en una ciudad tan pesadillesca como los montruos que atormentaban a Kafka.

¿Una metáfora del escritor? ¿El estado ideal de su condición de observador mudo de su entorno? ¿Será que el escritor es ese hombre mosca que va por la ciudad, escarbando en su basura, viéndolo todo sin ser visto, desde una perspectiva mínima que le permite descifrarla en todos sus detalles?

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