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Ensayos, entrevistas y artículos sobre el arte de narrar

Esto no es un pájaro: eres tú

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Los espasmos podían suceder a cualquier hora del día, pero tenían especial repercusión en la noche. Empezaban justo sobre el estómago, con un cosquilleo que recordaba al movimiento de una larva perforando masa descompuesta. Después subían y se ensanchaban, convirtiéndose en una bilis plumosa que se atascaba en la faringe. Esa era la parte en la que Wilhelm se llevaba las manos a la boca y presionaba, presionaba con tanta fuerza que hasta encogía los dedos de los pies. Se había aflojado un par de dientes en el proceso, cuyo desenlace jamás variaba: el pequeño estornino negro, mojado en los fluidos del niño, emergía triunfal después de desgarrarle las encías con el pico y extendía sus alas hacia la salida del ropero. Los diminutos ojos, brillantes como las luces de neón, dejaban una estela fugaz en la oscuridad antes de desvanecerse en el aire.

Natasha Rangel, Estorninos negros

A menudo mi casa está rodeada de estorninos.

Entonces Natasha llega a mi vida y los pájaros negros, preciosos y cantarines, parecen traerme un recado a cada hora. Rodean mi casa y advierten que el descenso a los infiernos es cortesía de Cordelia, una niña feroz que se atreve a pillar un sueño por el pescuezo.

A veces un casco de papel periódico es el único ejército que nos acompaña para ir a buscar agua a la cocina, en esas madrugadas que nos definen para siempre.

Hoy le damos la bienvenida a un libro que ilustra el abismo de verse uno atravesado por la magia, por los primeros días de la imaginación y por esos sustos definitorios que nos ayudarán a transitar con cuidado por la adultez. Las grandes conversaciones sobre el bien y el mal no suceden en los escritorios de augustos señores de barbas blancas y sapiencia polvorienta, suceden en el corazón del aleteo, en las manos pequeñas que tantean la oscuridad en un túnel tan familiar como aterrador.

Leyendo Estorninos negros, en una sobria y preciosa ejecución artesanal de Dospájaros Ediciones recordé el vértigo de aquellos primeros días como escritora, y sobre todo, como lectora. Leer es el principio de que seamos capaces de existir simultáneamente en los lugares más disimiles, y sobre todo, en esos lugares que la sociedad a veces pretende arrebatarnos de las manos. Es un alivio encontrar textos que nos desvistan y nos lleven a confrontar las ideas que tenemos sobre la literatura y sobre el mundo. Los libros que nos hacen lectores, que nos mantienen lectores, tienen el poder de cortarnos la respiración y hacernos mirar hacia la puerta, a ver quién viene por ahí. Son pesadillas que regresan de nuestra propia infancia tratando de convencernos de que esa vocecita en nuestra cabeza es real. Que los villanos que imaginamos con curiosidad y horror nos esperan a la vuelta de esquina para una contienda que solo nosotras podemos asumir con vocecita y temblorosa valentía. Como Cordelia, somos princesas en un cuento de hadas y también somos una criatura a medio hacer entre alaridos y raspones en las rodillas, somos las hijas de mujeres difíciles y padres asesinos, somos protectoras de algo vulnerable que se llama Wilhem, que se llama yo-yo solita, yo y más nadie, porque crecer es dejar ir a Neil Gaiman o a Tim Burton, que no son dueños de nada, no más que cualquiera de nosotras. Cordelia crece frente a nuestros ojos, se transforma en estratega, en héroe del viaje hacia sí misma. Es importante que las niñas sepan que ellas son LA PALABRA, no solo el ornamento, el paisaje o el motivo. Todo acto es político en cuanto que todo lo que hacemos se resume en seguir adelante, con la historia propia, que es a veces el único cuarto propio que tenemos. Estorninos me llena de orgullo y entusiasmo porque es también un llamado para todas nosotras, una legión que ha crecido con ojo avizor. Nos hemos contado estas historias las una las otras, a veces descreídas, a veces sin más remedio. Y hemos buscado rastros de esa historia en los lugares equivocados, en autores equivocados, no tanto por ellos mismos, sino porque en el entorno nos hicieron creer que no teníamos derecho a contar historias similares, en nuestro propio registro y espacio.

Cordelia y Wilhem, atrapados en ese edificio laberintico de sueños y demonios, son la representación de una esperanza despierta y fulminante: no es una historia dócil, nada verdaderamente vivo y electrizante lo sería, y Natasha es una escritora que más que promesa es triunfo, que quizás nos conceda la gracia de una segunda o tercera parte para esta historia, o muchas más historias que nos permitan seguir imaginándonos en mundos salvajes y hermosos.

 

Palabras de presentación de Estorninos negros, de Natasha Rangel, leídas 5 de octubre de 2024

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