Etiquetado ‘ El Nacional ’

Los cangrejos sufren toda la noche, de José Pulido

04/ 10/ 2013 | por

El ritmo del mar en la oscuridad desampara a Irma Melecia, cuyo rostro aceitado de luces se desarmoniza empavorecido cuando describe los enormes aletazos, las planchas de zinc hundiéndose con el ventarrón del aleteo y rechinando bajo unas garras. Él se imagina hundiéndose en el océano, algas flotando, babas desconocidas, un pez que de improviso
[seguir leyendo…]



Según pasan los años, de Israel Centeno

18/ 07/ 2013 | por

No se habla de amor sin arriesgar una tontería, decía Jorge. A comienzos de los setenta me la pasaba enamorado: Aída, Josefina y Luisa, las tres desgracias. No tenía sentido continuar en el barrio. Se dividió el partido, la insurrección se posponía o todo se iba para el carajo. Abel montó su negocio y movía
[seguir leyendo…]



Camino a Escitión, de Luis Felipe Castillo

14/ 07/ 2013 | por

A Carlos Leáñez A Abel Posse   … La noche se desgarró en fogonazos. El disparo apartó el aire cálido e hizo estallar el cráneo de la mujer. Al eco de la explosión siguieron ráfagas de ametralladora y voces de mando. Me asomé a la ventana y vi una patrulla correr hacia la Zona Tres.
[seguir leyendo…]



La cometa del mundo, de José Tomás Angola

05/ 05/ 2013 | por

Un largo hilo sostiene al planeta como una cometa. Pero Yon Jairo tiene su particular cedazo para sostener su propio mundo. Todos las tardes a las cinco, cuando el sol desparrama su orín sobre los techos de latón, el niño camina la cuesta que lo lleva al pináculo del cerro. Va solo. En la mano
[seguir leyendo…]



Joselolo, de Angel Gustavo Infante

31/ 03/ 2013 | por

Mírele los ojos: hermanolo tiene par de puñales escondidos. Chupa, bróder. Busca la uña de la guitarra. La pega se secó. Marca la clave con tu casquillo: dos taconazos seguidos y dos separados. Vuelve. Dame el montuno. Pliotá, baña tus pulgas y descarga, que el hermano Joselolo está elevando: —Qué —dijo arrugando los ojos sin
[seguir leyendo…]



Las tardes juntas, de Hernando Track

13/ 03/ 2013 | por

Esa misma noche llenaron el patio de sillas. El velorio seguía cuando yo me dormí con la madrugada. Recuerdo al otro día el entierro, cuando el cajón bailaba en los hombros de los amigos de más confianza y Eulalia y yo nos quedamos en la puerta, mirando los vecinos que caminaban despacio, mientras el viento
[seguir leyendo…]