Cómo ser implacable con un primer libro, por Ricardo Ramírez
24/ 02/ 2016 | Categorías: Lo más reciente, ReseñasSolemos ser implacables con los primeros libros de los autores, y eso está bien. Voy a reformular: en verdad no somos implacables con los primeros libros de los autores, solo con los libros de aquellos que no son nuestros amigos. Y eso no está bien, pero pasa. Presentar un primer libro es siempre un asunto espinoso: solemos reclamarle al autor que escriba como Philip Roth, cuando el primer libro de Philip Roth no es digno de recordarse. O caemos en ánimos demasiado alabanciosos que hunden en empalagamientos cada página del libro y, en especial, las ganas del lector. Pero de vez en cuando suceden cosas diferentes. Veamos:
“Vidas de perros” es la historia de un hombre desafortunado en un país desafortunado: en sí, la vida de todos. Un Forrest Gump tropical, pasado por alcohol, anfetaminas y malas decisiones. Su lenguaje de sencillo, de una claridad a veces desesperante, a veces de taller, a veces tan lúcida, engaña: la tragedia signa la vida de su protagonista. Hija de lecturas propias de novelas magistrales del XIX (Dickens, Dumas, Stendhal), “Vidas de perros” pareciera una novela de iniciación, una bildungroman, que se extendió hasta más allá de los cuarenta años. No nos engañemos, no es un error: su protagonista padece de un puer aeternus terrible que pareciera ser una marca país. Ese no terminar de crecer, de madurar, de ser gente grande. Ese no resolver tantos rollos que este país nos hereda. Es la historia mínima de cada quien, dentro de la bufonada y la carcajada general y colectiva, que nos muestra una sumatoria de tragedias mínimas que van definiendo la novela y a nuestro protagonista.
Memoria, autoficción, novela de iniciación ampliada, “Vidas de perros” recorre la historia del país a través de los perros que ha tenido nuestro héroe, esos cables a tierra que lo hacen humano y nos permiten realmente reconocerlo desde la piedad. Hamlet, Byron, Caruso, nombres todos de las lecturas desaforadas de Tomás, son los protagonistas centrales de la novela, su versión en silencio, muda, en blanco y negro, dentro de la historia humana, en color, bulliciosa. Así como Madame Bovary es hija de Don Quijote, Tomás es hijo de ambos: su locura es doble: se ve arrastrado por mujeres y por aventuras. Cada perro que ha tenido en su vida, es, evidentemente, una nueva versión de Sancho Panza, más peludo, pero igual de fiel y constante.
Las mujeres son múltiples, terribles, hondas, inolvidables: Margarita, Lucía y las otras que van marcando su vida (su esposa, su hija), representan al lector de la novela: sus miradas son críticas y amorosas, apasionadas y rencorosas, compasivas y crudas.
La novela recorre los lugares comunes de nuestra historia contemporánea, desde los 50-60, hasta principios del siglo XXI. Es en ese recorrido de los lugares comunes, colectivos y personales, en donde más triunfa esta novela: frente al dictado de lo pirotécnico y espectacular que nos señalan nuestros días, tan marcados por redes sociales, el libro hace vida en los lugares comunes, tan olvidables, y los hace trágicos para no olvidarlos: la izquierda en los sesentas, la experiencias de las drogas en Mérida, ese sueño hippe de tantos hasta hoy, el consumismo desaforado y saudita de los setentas, el Viernes negro, el 27 de febrero, los golpes de Estado, el 11 de abril. En el camino, on the roud, vemos a Tomás abandonar una carrera, continuarla en otro lado, abandonarla otra vez, vivir una tragedia, despedirse de su padre, redescubrir el mar, la pasión, asumirse hombre y trabajar, montar y perder un negocio, ganar una esposa y una hija y perderlas también. Auge y caída constante de la vida de un hombre.
Nuestro Forrest Gump es también un Holden (Salinger), con esperanzas. Un gran decepcionador. Una vez más nos encontramos con una historia del fracaso. Pero este libro tiene una singularidad: ese fracaso es suyo por cumpleto. No culpa al otro, al país, a pesar del país. Vidas de perros es la historia de un hombre que ha tomado todas las malas decisiones y eso lo signa. A pesar de sus logros y aciertos (que no son pocos: un negocio, casa propia, un emporio, un comenzar de nuevo siempre con tesón, etc), y de su afán terco por continuar, Tomás es un hombre con mala leche.
Escrito con un estilo limpio, inocente, a veces cursi, esta es un historia de las oscuridades de hijo de inmigrante, pequeño burgués, como casi todos, que fracasa mucho y triunfa poco. Como casi todos. Es la historia de sus décadas deslucidas, de sus lustros grises.
Pero Tomás tiene algo mucho más terrible, algo poco visto, no muy frecuente, que nos recuerda al Príncipe Mishkin de Dostoievski: es un buen hombre. Y los buenos hombres son los favoritos de las Parcas. Sus memorias son un tedio trágico, pero amable y con una bilis negra que puede sobrellevarse. Es también terrible en este libro de Mirco Ferri la tragedia del lector mientras avanza sus páginas: se reconoce en sus lugares comunes, en sus barrancos, en las decisiones a veces mediocres de un hombre bueno. Las ha visto en su vida: las ha padecido. La historia de un hombre de buen corazón, inocente, “gallo”, como diríamos nosotros y en ella también estamos contenidos.
El asunto es este: no basta ser bueno. Ni aparentarlo. No te salva de nada. No brinda balances con el universo.
Pareciera más bien ser un balance dulce que se lleva.
Una honda piedad que nos hace ser mortales.
Lo que más rescato de este primer libro de Mirco, es el habernos brindado una historia conmovedora y sostenida de alguien que con infinita terquedad, insiste en continuar de manera íntegra y decente sus pasos por la vida, equivocándose y arrepintiéndose, equivocándose y comenzando de nuevo. Es la historia de alguien que puede sobrellevar sus vergüenzas, sus desastres, desaciertos, desasosiegos. Que mantiene la esperanza en lo oscuro, en el cómodo vaivén rentista de nuestra vida, aunque lo oscuro nos estremezca y, en el caso de Tomás, termine reclamándolo.
En la terquedad necia de Tomás, cuando todo parece perdido, siempre perdido, están los perros de su vida, sus compañeras y sus afanes.
Al terminar las memorias de Tomás, nos sabemos claramente, como lectores, uno más de sus perros, velando alrededor de un charco de sangre.
Presentación del libro Vidas de perros, de Mirco Ferri (Oscar Todtmann Editores, 2016)
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