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Ensayos, entrevistas y artículos sobre el arte de narrar

Todo estaba exactamente

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Igual y en el mismo sitio. El muelle de madera aún estaba intacto y a sus costados permanecían atracadas varias embarcaciones.

Algunos muchachos tirábanse desnudos de las escalinatas.

La misma plaza y la misma estatua del general JBA y el mismo demente pronunciando discursos épicos—filosóficos montado en un banco.

Las mismas angoletas saltando en las ramas de los mismos robles y de los mismos guayacanes. Los mismos músicos tocando las mismas canciones.

El mismo viento afectuoso untado de mares. Los mismos perros ladrándoles a los duendes. Los mismos gallos cantando tediosamente a orillas del mediodía.

La misma iglesia y el mismo cura. Las mismas calles taciturnas y casi desoladas. Las mismas casas.

La misma mansedumbre. Los mismos ojos maléficos. La misma palabra sensible y elemental.

Sinceramente; estaba asombrado. El pueblo era el mismo de siempre. Qué alegría volver después de tantos años y hallarlo insólitamente igual.

No quería creerlo. Pensé en pesadillas, en alucinaciones.

II

Me acerqué a un hombre que descansaba plácidamente bajo un árbol:

— ¿Esto es Karbhoro, verdad?

El hombre me quedó viendo con unos ojos antiquísimos:

— ¿A cuál se refiere, al viejo o al nuevo?

— ¿… Y… este… hay dos Karbhoro?

Se medio rio y dijo:

— Sí. Dos que son el mismo; pero el nuevo está más adelante en el tiempo… Y el viejo es esta vieja fotografía donde estamos usted y yo…

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