El bisturí de Lucas García París
03/ 08/ 2014 | Categorías: Entrevistas, Lo más recienteEntrevista por Joey Rego (@RegoJoey)
Tenía 20 o 21 años cuando leí Roncanrol. Más o menos la misma edad que tenía Lucas García París cuando la escribió, hace ya más de 20 años. La encontré por error en la extensa y sabia biblioteca de mi tía poeta. La novela venía dedicada a mi tía y supuse que se habían encontrado en algún espacio literario, años atrás, y el autor le había regalado el ejemplar. Los motivos que me hicieron abrir aquella novela fueron bastante inocentes. En aquel momento no conocía el trabajo de Lucas, la portada era realmente mala y decidí sentarme a leer el libro, simplemente, porque llevaba como título algo con lo que siempre me había llevado bien.
No tardé más de una semana en leer la novela. Roncanrol me había hablado de una forma diferente. Cada página era una descarga de violencia y humor típico del 35 MM convertida en novela escrita. Poco después llamé a varias librerías del país buscando algo más de este autor y logré encontrar un ejemplar de su segundo libro, Payback (Ediciones PuntoCero), un conjunto de cuentos, que me vendió mi amigo Mario, librero Ilustrador en constante estado salvaje, en la librería para la que trabaja en aquel momento.
Payback era la misma violencia de Roncanrol, pero en su versión madura. Cada cuento equivalía a una mezcla de un show en vivo de GG Allin con la Caracas del Código Demente de La Corte Imperia. Todo en infusión de buena pluma, y sin azúcar. Esto coincidió con la publicación de La más fiera de las bestias (Ediciones PuntoCero), el tercer libro de Lucas, su segunda novela. Una vez más, el cine independiente y la novela negra aparecían de forma cruda y con un lenguaje vivo, creativo y elocuente, como una combinación de Groucho Marx y el Fat Of The Land de The Prodigy.
Para ese momento, la librería Alejandría realizó una actividad llamada “Librero por un día” y Lucas García París estaría, junto a Mario, manejando la librería. Era la oportunidad para conocer a mi héroe y que firmara todos mis libros, incluyendo que volviera a firmar el ejemplar de Roncarol de mi tía, pero con mi nombre, estando consciente de que no encontraría otra copia de aquella novela. Entré, conversé un rato con Lucas, le compartí mi pasión por sus textos le mostré su firma en Roncarol. Me comentó que aquella firma no era de él, era de su padre. Su padre le había autografiado el libro a mi tía, y él con gusto me lo firmaría a mí. Yo era el super fan. El Lee Weir y Lucas era Homero Simpson. Ahí me encontraba recibiendo mi premio Guinness por ser un buen lector. “Para Joey”,—le dije. — Pero, por supuesto, Lucas García París es, en cierta forma, como sus personajes.
Cuando salí de Alejandría, y abrí mis libros, todos estaban firmados para un nombre incorrecto. “Para Luis”. No sé quién es Luis. Pero todo eso hizo que me volvería un, aún más fervoroso, fanático de Lucas, porque era algo que podía suceder, perfectamente, en cualquiera de sus historias.
Cine, comic y música por sonda nasogástrica
Ahora, en 2014, converso con Lucas sobre la influencia del cine, la música y el comic en su escritura. Leer a Lucas, es sentir rápidamente un tipo de eco de Tarantino, Roger Avary y Kinji Fukasaku en su forma de escribir. Algo que fácilmente pudo haber publicadoKaren Berger en Vertigo para DC Comics.
Lucas García París: Si, esas influencias están desde temprano, excepto tal vez la música, a la que llegué más adolescente. El comic y el cine siempre han sido dos referencias muy fuertes desde niño, también la televisión. Pero creo que respondo como miembro de una generación (los nacidos en los 70) que se crió con esos referentes de forma desprejuiciada, por lo que terminan apareciendo en los textos de forma orgánica. Ahora tal vez habría que ver la influencia de los medios digitales y los juegos de video en la generación actual, que estoy seguro podría detectarse en la fragmentación, la no linealidad (¿existe esa palabra?) y cierta forma de auto documentación.
La música responde más a un tema que yo detecté primero en el cine: en los ritmos y después a la sonoridad, a la “voz” del narrador, sobre todo en la primera persona. Creo que son aspectos que alguien con una cultura de poesía (mi padre, por ejemplo, que lee mucha poesía) obtiene de allí. Yo leo muy poca poesía (nadie es perfecto) y me cuesta más “descubrirlo” de esa forma. Otra cosa que creo también me influyó era pertenecer a una época en donde ya había una lectura High Brow de los fenómenos de la cultura de masas, de la cultura Pop. Y esa cultura ya había sido analizada y degustada por tipos como Eco y medio millón de intelectuales franceses, y por lo tanto ya había sido “validada”. No es casual que (y por favor que esto no suene pretencioso, solo hablo de referentes) tú nombres a Tarantino en relación a mis textos y para mí, una película hito, signo de los tiempos, y que creo ejemplifica lo que digo, es Pulp Fiction, que revisita toda la literatura negra americana de los 30 para arriba y el cine “negro” y la serie B.
Personas no personajes
Las historias de Lucas están cargadas de personajes irreverentes, de anti-héroes, muchos sin promesas de futuro, pesimistas y confundidos.
Oscar Marcano se refirió a ellos como “una consecuencia”“personajes que administran lo mismo un día sin comer que un semáforo que le han vaciado las cuencas de los ojos. Se la vacilan igual con el mesonero que con el acreedor o el polizonte corrupto” ¿Por qué has apostado más por los personajes fragmentados y rotos que por lo típicos personajes bonachones? ¿Qué te atrae de crear ese tipo de personajes?
Lucas García París: Es natural. Siempre he gravitado en torno a este tipo de personajes. Aunque también es cierto que no tiendo a categorizarlos a priori. No los veo con pruritos o estableciendo juicios morales, a pesar de que sé que a veces toman decisiones cuestionables. Por otra parte siento que se habla de ellos como outsiders o anómalos y en la vida real uno no para de cruzarse personajes así en los momentos y lugares menos esperados. Siempre pongo como caso puntual el taxista de Payback, que es un personaje real que me relató la historia que yo ficcionalicé (¿existe esa palabra?). Pero la historia llegó a mí cuando abordé un taxi, una situación cotidiana, cualquiera. Hay que recordar que siempre que agarran a un sociópata se repite la entrevista al vecino sorprendido que dice que el asesino era un tipo normal, sin ninguna característica o rasgo que hiciese sospechar de él.
El bisturí de Roncanrol
En 1999, Roncarol ganó el Premio Herrera Luque de Novela. Una historia ágil, entretenida, cruda, llena de situaciones moralmente incorrectas. Personajes con un vocabulario que prometía volverse Trend entre los jóvenes del momento. Pero, lamentablemente, la novela tuvo retrasos para imprimirse y una muy mala distribución, quedando sin el reconocimiento que merecía.
Lucas García París: Sí, se ha hablado de reeditarla. Veremos si los dioses del papel lo permiten. No hablo mucho para no empavarlo. Pero hablar de Rocanrol es hablar de cuando tenía veinte y pico de años. Ahora tengo cuarenta y uno, así que es como hablar de otra persona. La cosa para mí, con esa novela, es que es muy fresca, tiene mucho ritmo, y me gustó escribirla aunque ahora la veo más como un stand up comedy de 200 páginas. Esa es la sensación que he tenido ahora que la releo. De hecho, si te das cuenta, da muchas vueltas al principio y la verdadera trama (el concierto, el maletín con los dólares, el terremoto) arranca más allá de la mitad del libro. Son cosas que no llamo errores, pero sí decisiones, ni siquiera conscientes, que sólo quien nunca había escrito una novela podía abordar con esa tranquilidad que da la ignorancia.
“Sólo empuja el gatillo suavemente, cariño”
Lucas García, ahora residenciado en España, regresa con más personajes con falta de diván. Acabose (Sudaquia Editores) es su cuarto libro. Su tercera novela. Una nueva entrega cargada de paranoia apocalíptica. Anti-navajas de Ockham. En los textos de Lucas, “Todo lo que sea posible que ocurra, ocurrirá.” y hasta lo que no sea posible, también. “Acabose” tiene un ritmo nuevo acompañado de un lenguaje mestizo quizás dado por la rápida conectividad que tiene el mundo hoy en día. Lo que se habla aquí, se habla allá en segundos.
Lucas García París: “Acabose” es la historia de Tony Sensini, un tipo que trabaja como exterminador de plagas y que fue educado desde pequeño por su madre, Úrsula, para estar preparado cuando el mundo se acabe. Es una novela que escribí muy rápido, en 2012, en unos cuatro meses, recién llegado a España, porque quería tener algo nuevo que ofrecer a posibles editores y agentes. En fin, que de ilusiones también se puede vivir, por lo menos esos cuatro meses. Partió del fenómeno del fin de mundo del calendario maya, que estaban explotando en ese entonces por todas partes y que me parecía una absoluta locura, pero que, como era tan masivo, había veces en que me agarraba con las defensas bajas y llegaba a creérmelo por momentos, los momentos más atemorizantes de la vida. La novela tiene una cosa que descubrí cuando empecé a mostrarla a mi esposa y los amigos, y es que usa expresiones y giros del mejicano, el español castizo, el gallego, el argentino, el spanglish y claro, el venezolano, entre muchos tipos de español, así que está escrito en una especie de pan-español que no sé si funcionará pero que me llama mucho la atención. Para conseguirla la pueden pedir por Amazon o meterse en la editorial Sudaquia por internet.
Lo que no se lee en Venezuela
Nos encontramos en una realidad que no nos permite preocuparnos por lo que no sea estrictamente necesario para sobrevivir. Esto aleja a la literatura del día a día. Aquí se escribe, ¿pero aquí se lee?
Lucas García París: No tengo una visión “total” del paisaje literario venezolano, como no lo tengo del paisaje literario mundial. También sucede que yo estudié diseño gráfico, así que también carezco de una visión histórica y académica de la tradición literaria venezolana (cosa que podría aplicarse, otra vez, al mundo, si a ver vamos). Así que le preguntas al menos indicado. Yo sigo el trabajo de Oscar Marcano, Rodrigo Blanco, Luis Belmonte, Salvador Fleján, Alberto Barrera Tyska, Camilo Pino, Héctor Torres y ahora he leído cosas que me gustan mucho de Hensli Rahn, Gabriel Payares, Enza García, pero, como ves, es una lista muy reducida que me parece no se corresponde con la cantidad de autores y propuestas que se producen en la actualidad. Es una lista muy irresponsable.
Si siento, desde mi humilde perspectiva, que Venezuela no tiene un problema en la literatura (los libros están, los autores están), sino en la lectura. Sé que suena ONG y pido disculpas de antemano por las generalizaciones, pero para mí el tema fundamental es que el venezolano no tiene un hábito de lectura desarrollado, hay pocas bibliotecas públicas, la lectura no forma parte de las opciones de entretenimiento y goce masivos y esa es una pata coja terrible, terrible. Y lo digo porque si escribo es por ser ante todo lector, porque me gusta leer y considero que es una actividad amena, educativa, que le hace bien al alma, te permite ver otras cosas y preguntarte cuestiones a las que no hubieses llegado por tu cuenta. Entonces en ese sentido creo que hacer literatura en un contexto donde es muy difícil leer, genera unas resistencias adicionales.
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