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Ensayos, entrevistas y artículos sobre el arte de narrar

Fotomontajes mínimos (selección)

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EL HOMBRE SIN ROSTRO, de bombín y digna corbata, se multiplica a sí mismo en la lluvia.

El hombre sin rostro se ve en el espejo y sólo ve una manzana flotando frente a su cabeza.

El hombre sin rostro tuvo un hijo sin rostro que viaja a través de todas las fotografías del mundo.

El hombre sin rostro comparte una cerveza roja con un pescado que tiene piernas de mujer.

El hombre sin rostro se imagina un espejo que muestra todos los cuerpos de espaldas.

El hombre sin rostro saca su pipa y la acaricia. Salvo observarla, no halla qué hacer con ella.

El hombre sin rostro pinta un cuadro donde aparece el hombre sin rostro pintando un cuadro.

***

 

MARIE SIEMPRE esconde dos o tres tubos de ensayo en los bolsillos de sus faldas. No sólo desea observar el desarrollo de sus experimentos y tomar apuntes cada vez que sea necesario. En secreto, quiere tener cerca la belleza de las sustancias que se tornan y permanecen luminosas cada vez que se mezclan.

Una noche entró en su laboratorio y, antes de encender la luz, vio las siluetas apacibles de sus instrumentos de trabajo: las pinzas, la balanza, el lápiz, el cuaderno, la espátula, los envases… Cada objeto estaba rodeado por un tenue halo azul que le recordaba los cuentos de hadas que tantas veces leyó en Polonia.

Como brotando de las tinieblas, envueltos en su brillo mudo, también estaban los guantes, el delantal de caucho, el cazo de plomo, las tijeras…

Una voz en su cabeza (tal vez la de un ser de aquella noche feérica) le dijo que la fosforescencia de aquellos objetos era consecuencia de la exposición a los agentes radiactivos; a nada más. Todo lo que produjera en su laboratorio, tendría un halo mínimo cuya belleza podría comunicar (quizás a Pierre), pero sería intrascendente para efectos de la ciencia.

De pronto, Marie hizo el ademán de verse las manos. Y se las vio.
En el laboratorio negro se las vio nítidas debajo del halo azul que las rodeaba.

Eran como anémonas lentas que flotaban en un océano de incredulidad.

No le diría nada a nadie.

Al menos no se referiría a la sensación de plenitud que aquellas formas le producían.

Era mejor guardarse la belleza para sí.

***

 

EN EL DESIERTO de hielo, la noche y la niebla tienen el color de su vestido. Nadie la ha visto. Es la novia que atraviesa las tundras. Se llama Kira Argounova y huye del dominio de los bastos sin importarle las piedras del cansancio ni el hambre ni la nostalgia, que es la enfermedad del exilio.

A lo lejos un soldado mira el horizonte. Un celaje, una variante mínima en el aire, le hace levantar el fusil y apretar el gatillo.

Después del trueno, la nada, el frío avasallante, el silencio áspero de siempre.

***

 

A PESAR DE LA DISTANCIA, los pescadores pueden verlo mientras se acercan a la orilla. Ahí está. Es el coloso nítido y minúsculo que le da la espalda a las olas.

Pocos en Cumaná conocen los avatares de su vida. Ellos, hombres de sal dados a la pendencia, sólo saben que no duerme y que habla lenguas extrañas a los oídos rústicos. Cuando salen de madrugada y abordan sus barcos, cuentan las luces encendidas en el caserón lleno de libros y, cuando regresan, ven al caballero envuelto en una toga oscura, inmóvil como una estatua.

Quizás el sol disolviera las mientes de ese hombre principal, o el mar… Tal vez el mar le cobrase su vasta indiferencia, su infatigable deseo de no vivir en su compañía.

¿Quién puede decirlo con certeza?

***

 

¿DE QUÉ HABLA la cabeza de Mishima?

Te pide que oigas con atención el ruido de la greca.

«Oye los caballos» —dice—. «Oye los caballos que se acercan desde el valle».

***

 

ALICE OBSERVA un punto indeterminado entre ella y el piano; salvo el aire, no mira nada específico. Una vez, hace años, John le dijo que entre las partículas que flotan se encuentra la música que acaba de sonar. Alice sonríe porque sabe que quien de verdad se encuentra entre el polvo azotado por la música es su esposo devenido en energía hace años… Sí. En el aire, entre las volutas y el tejido que dibuja el sonido, está John Coltrane.

 

Del libro Fotomontajes mínimos (El Taller Blanco Ediciones, 2021)

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