Ulises Milla: cuando el oficio va en la sangre
02/ 06/ 2013 | Categorías: Entrevistas, Lo más recientePor Héctor Torres (@hectorres)
El ruido al que está sometida nuestra maltratada ciudad es el marco que subraya, por contraste, la serena placidez que se siente al entrar a las oficinas de Alfa. Los retratos, de algunos de los autores del sello, que cubren sus paredes, parecen explicar el amable silencio que impera en el lugar.
Parecen decir: “¡Shhh, que siento llegar la frase!”.
Ulises Milla recibe al visitante con amable informalidad. Si algo destacan quienes lo conocen, es que ha sabido inyectarle su estilo propio a una empresa de larga tradición, que ha abarcado tres generaciones de una misma familia en un poco más de cincuenta años.
La fundación de Alfa no tiene una fecha exacta, aunque ellos tomaron el 5 de septiembre de 1958 como referencia, que es la fecha de la edición más antigua que conservan de la editorial “aunque sé, por referencias, que hay por lo menos dos títulos anteriores”, afirma.
La historia de Alfa se puede resumir de la siguiente manera: Benito Milla, abuelo de Ulises, comenzó vendiendo libros junto a su esposa y su hijo Leonardo en la Plaza Libertad de Montevideo. Luego de un par de años lograría alquilar un local donde guardar los libros que vendía, tanto en la plaza como en oficinas públicas, y ese local daría paso a una librería a la que se sumaría, pasado un tiempo, una distribuidora. Afianzados ambos proyectos, se haría la pregunta obligatoria: ¿Por qué no editar mis propios libros?, dando así inicio a un sello que fue referencial en el Uruguay de entonces y que lo es en la Venezuela de hoy.
“Era un momento de prosperidad en el Río de la Plata y mi abuelo supo aprovecharlos”, comenta Ulises. Pero la vida es un vaivén, y detrás de esa época de bonanza acechaba uno de los momentos más oscuros en la historia política del Uruguay. Se avecinaba el golpe de Estado y Benito Milla, que ya sabía de convulsiones políticas y de exilios como el que lo sacó una vez de España a Francia, emigró a Caracas (donde fue designado director de Monte Ávila Editores) dejando a su hijo, que aún no cumplía los treinta años, al frente de la editorial y de la librería en Montevideo.
Luego del golpe del 73, Leonardo y su familia abandonan Uruguay “con la editorial a cuestas” para instalarse en Buenos Aires. “Yo era un niño y mis recuerdos de infancia están asociados más a esa ciudad que a Montevideo”, acota Ulises. En 1976 les toca presenciar otro golpe de Estado y, como su abuelo llevaba varios años en esa Venezuela que era entonces un oasis de democracia y pujanza económica, el 24 de junio de 1977 aterrizan en Maiquetía.
“Por razones obvias es una fecha que no olvidaré jamás”, sentencia.
Leonardo llevó las riendas de la editorial hasta su fallecimiento, en 2008, año en que le tocó a Ulises, “junto a Carola Saravia, mi prima, amiga y directora adjunta” encargarse de una empresa compuesta por la editorial (que cuenta con más de dos mil títulos en catálogo), una distribuidora y las librerías Alejandría y Ludens.
Muchos autores uruguayos, que luego serían figuras de renombre, fueron publicados por Alfa. Nombres como Idea Vilariño, Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti (cuya edición de “La tregua” alcanzó la cifra de más de cien mil ejemplares vendidos), son algunos de ellos. Lo mismo podría decirse de reconocidos historiadores e intelectuales de la actualidad en Venezuela, como Tomás Straka, Margarita López Maya, Manuel Caballero, Inés Quintero, Elías Pino Iturrieta, Ana Teresa Torres; así como importantes narradores publicados durante la época Alfadil.
En 2009, en tiempos en que algunas editoriales extranjeras con sede en Venezuela comenzaban a retirarse del país o dejaban de publicar narrativa, nace la editorial PuntoCero. Ulises consideró que era el momento propicio «para el nacimiento de un sello con una impronta más universal, que diera espacio a las plumas emergentes del país».
Y no se equivocó. En un poco más de veinte títulos, tanto en narrativa como en No Ficción, PuntoCero ha ido consolidando un catálogo robusto, conformado por autores jóvenes —y no tanto— de diversos países del continente (provenientes de los países en cuyas capitales comienza a tener presencia), unidos por un elemento común: visiones del mundo contemporáneo desde lecturas irreverentes y desencantadas. E, incluso, crudas, como es el caso de “A ese infierno yo no vuelvo”, trabajo de investigación de la periodista venezolana Patricia Clarembaux sobre el infelizmente famoso drama de las cárceles en nuestro país.
Este título, por cierto, es el primero de PuntoCero en alcanzar tres ediciones, lo cual no le quita el sueño a Ulises, quien apuesta con paciencia a la consolidación de su catálogo, porque sabe que el editorial es un negocio de alto riesgo, en el cual «la moderación es una ventaja y cada día hago un gran esfuerzo por encontrar equilibrio y mesura, así que mis expectativas, aunque positivas, siempre están fuertemente controladas».
Y así debe ser, ya que va tras la calidad y las propuestas novedosas en lugar de llenar el catálogo con títulos «light», tan de moda en el mercado. Es, lo que podría decirse, una editorial que, como sus ingeniosas y atractivas portadas, “rockea”.
Y, hablando de rock, es curiosa la anécdota de cómo se hizo de los derechos para publicar la autobiografía de Mark Oliver Everett, fundador del grupo Eels: “Cosas que los nietos deberían saber”. Había comprado el libro en un viaje a Barcelona y le pareció que era del tipo de títulos que quería en su catálogo. Escribió al sello que lo editaba en español a efectos de negociar los derechos de publicación pero, ante la falta de interés que percibió en el editor, decidió escribir directamente al músico, preguntándole si los derechos del libro para America Latina estaban comprometidos. Con el visto bueno del autor de “Novocaine for the soul” se entusiasmó a editarlo con una traducción propia.
Le pregunto qué comparte con su padre y qué los separa, en sus visiones del negocio y, sin pensarlo mucho, señala que «nos une la noción fundamental de que el autor es el corazón de una editorial » y, luego de una pausa, considera que «no nos diferenciáramos demasiado, quizás mi padre era un hombre mucho más reservado que yo y eso lo hacía parecer inaccesible. Puertas adentro era un tipo afable y muy divertido, pero muy tímido. A él le debo todo lo que sé de este oficio y el haber dejado este barco navegando», puntualiza.
Con respecto a esa pregunta que se ha vuelto un tópico en estos días, acerca del tiempo de vida que le queda al libro físico, Ulises asegura que «la labor de una editorial seguirá siendo imprescindible para garantizar la calidad de las obras», advirtiendo que «en Latinoamérica la mudanza hacia lo digital será progresiva y mucho más lenta que en Estados Unidos y Europa», por lo que independientemente de los cambios tecnológicos, su labor como editor seguirá siendo la misma de su abuelo y de su padre: la gestión de las obras literarias, por lo que, en diez años, se ve dedicándose a esa actividad, sea en digital o en papel.
No son pocos los autores venezolanos que consideran que Ulises Milla está llamado a hacer historia en el mundo editorial venezolano. Su labor como editor ha sorprendido gratamente a muchas personas del área. De hecho, es raro encontrar quien hable mal de él. Su estilo afable y directo hace que incluso sus negativas luzcan cordiales. Tanto, que reconoce que el manejo del recurso humano es el lado flaco de su labor gerencial.
No quise terminar nuestra conversación sin ahondar en ese misterio que supone la decisión de editar determinado libro, esa señal que, en su caso, permite apostar por un texto, por lo que quise saber qué rol juega la intuición en esa decisión. “Uno importantísimo”, dice con inmediato énfasis. Luego de una pausa, levanta la vista y, como si del techo de esa oficina en la que se han tomado muchas decisiones de ese tipo colgaran las respuestas, me regala la siguiente perla, con su voz carente de acento caraqueño pero moldeada en todos sus modismos:
“Es un golpe de adrenalina. En segundos sabes que ese libro entre tus manos despertará el interés de muchos lectores con una rapidez inusual y que ese interés se propagará de forma viral. De igual forma, esa intuición no es más que una alucinación fugaz que se desinfla con la misma velocidad que te iluminó”.
Como se ve, nada distinto de esa revelación efímera que llamamos inspiración.
Publicado originalmente en el blog Sacven Creativa
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