El cielo de la baronesa, de José Irimia Barroso

11/ 07/ 2013 | Categorías: Capítulos de novelas, Lo más reciente
el cielo de la baronesa—Por supuesto que quiero conocer la que cautiva… Tal vez hasta ya me ha cautivado… Te confieso que por momentos, hasta se me olvida que…

—Tengo un machete entre las piernas —completó dura y sórdidamente.

—Nos trae la cuenta… —le pedí al mesonero tragando saliva.

—¿Sabes? He tenido varios grandes amores en la vida. —narró casi extasiada… —Entre ellos hubo un hombre heterosexual, que perdió la cabeza por mí… Pero nunca pudo superar «ese detallito», como también lo llamaba él…

—¡Carajo, Gacela! ¿Y tú crees que eso puede ser así, tan fácil?

El mesonero llegó con la cuenta y procedí a sacar la cartera para pagar. Mientras desalojaba una tonelada de papelitos inútiles a ver si encontraba unos billetes escondidos entre ellos, La gacela extrajo su monedero con elegancia y puso su Tarjeta de crédito y su Cédula…

—No tienes que hacerlo —le dije rogando por un milagro en la billetera.

—Es un placer para mí, no te angusties… Y si te acuerdas del detallito, a lo mejor no te sientes tan mal de que una mujer te invite, sino un amigo al que le va un poco mejor que a ti…

En el ínterin, no percibimos la cara de pasmado del mesonero mirando la Cédula, la tarjeta y al tarjetahabiente de cuerpo presente… Ninguno de los dos pudo contener la risa y nos tapamos con la servilleta.

—Disculpe, voy a pagar mejor en efectivo —le dijo La gacela, disimulando por completo la risa.

Con delicadeza y sin perder la dignidad, La gacela tomo su tarjeta y la cédula y los sustituyó por unos impecables billetes en donde incluía una generosa propina. Metió lo demás en su monedero y el mesonero ni se dio por aludido del incidente anterior.

Yo aproveché para pescar en río revuelto:

—¿Ves? …No es sólo un detallito…

—¿Sabes? —me dijo, ahora sí, con absoluta seriedad. —El verdadero detallito, está en que muy pocos estamos preparados para ver el alma humana por encima de todo lo demás…

 

«(…)Los prejuicios… Los incómodos y omnipresentes prejuicios… Es que acaso no puede enamorarse uno de una imagen, aunque esté equivocada. Es que acaso, eso no es lo que hacen los pueblos cuando eligen mal a sus líderes. Es que acaso no descubren con el tiempo que estaban llenos de detallitos. (…) Me impresionó que dijera que La Baronesa estaba en el cielo. Pero ahora, en este momento, nada de eso me importa. Me importa algo que se ha empezado a mover en mí. Y más que el asunto del famoso detallito. Tal vez incluso, quisiera gritarle que la amo. Que no me importa el detallito y que me entrego a ella sin ningún complejo. Pero más allá de todas las complicaciones que pueda implicar mi relación con La Gacela. Mucho más allá de eso, mucho más arriba que eso, hoy he descubierto algo más grande que todo. Algo que se ha empezado a mover en mí y que no sé si nunca lo tuve o lo tenía escondido en algún recóndito lugar de mis entrañas: he descubierto algo extraordinario. He descubierto que tengo capacidad de amar…»
Del libro: El cielo de la baronesa (Espasa, 2004)
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