Sobre Las guerras íntimas de Roberto Martínez Bachrich, por Zakarías Zafra
20/ 04/ 2015 | Categorías: Lo más reciente, Microperforaciones, ReseñasCualquier espacio es propicio para el desgaste. Todos hemos perdido terreno. Todos hemos sido triunfo y carne de cañón. Lo púbico y lo público se enfrentan sin caras conocidas, sin mapas ni protocolos. Son muchas las muertes y las reconstrucciones. Son muchas las horas que gastamos en la frontera de los refugiados. Habrá muy poca resistencia: las guerras íntimas no tienen bandos.
Saqué este libro por casualidad de la biblioteca de Blasco. Lo leí rápido. Luego lo compré y lo leí dos veces. El estilo de Martínez Bachrich me pareció de una sobriedad desangrada. Detrás de su prudencia hay un grito, un ardor que va tomando cuerpo entre muchas rasgaduras. Más allá del dominio técnico, la veteranía todavía fresca, la agudeza de las anécdotas, destaca su mirada austera y sin sorpresas de lo íntimo. El narrador está detrás de la puerta y observa por los filos. Escucha, palpa, pero se aparta y no invade. Deja que la batalla tome su propio curso: de ahí la belleza se prolonga.
Los diez cuentos que componen este libro están escritos desde el desencanto y el pesimismo: parejas que se derrumban a la par de las paredes, jóvenes que desafían a la muerte, espantos que regresan cobrando deudas, adulterios, manías y locuras, suicidios amorosos, intimidades que se devoran, separaciones, infidelidades, contagios, ardides, guerras. Los personajes, casi todos jóvenes, están condenados muy temprano al desencuentro y la tristeza. Quieren salir, pero los accesos se cierran. Quieren huir, pero delante se les forma un vacío. No hay escape: es desde adentro que deben aventajar el ahogo.
En Sifilíticos e integrados, el último cuento del libro, Martínez Bachrich relata el despecho de un par de amigos que urden una venganza venérea en contra de sus parejas. Diseñan el plan entre ataques de piojos púbicos y herpes genitales, siguen todos los pasos, reúnen a los culpables, pero no son capaces de terminar la empresa. El remordimiento los vence, quién sabe si la cobardía o el amor –también infectado– que se resiste a acabarse. “Nunca fue tan perfecta una derrota”, dirá una vez más la voz desengañada del narrador, y ya sabemos que es la de él, la de Martínez Bachrich y la de nosotros:
En las guerras íntimas nadie gana.
@zakariaszafra
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